Opinión

“Pa chulo, chulo, mi pirulo…» (El de Aqualia)

Está claro que no tenemos suerte con las empresas concesionarias del agua potable, todo son problemas con estas empresas. El porqué, solamente políticos y las absurdas directrices de alguna de estas empresas pueden darnos la explicación.
De todos es sabido el último problema suscitado con la antigua empresa concesionaria de este servicio –Viarsa– al facturar el último recibo, con razón o sin ella, al acabar su etapa en la concesión y dar paso a la actual gestora del agua que consumimos en nuestros domicilios. Después de unos meses de adaptación, renovación de ficheros y de dar lectura a los contadores, los lumbreras que dirigen Aqualia han tenido una brillante, genial, estupenda, magnífica e intimidatoria idea, abrir solamente una cuenta, en una sucursal bancaria de nuestra ciudad, para obligar a los consumidores a domiciliar el pago de las facturas del agua.

Hace unos días, los vecinos de nuestra ciudad que no tenemos domiciliado el pago de las facturas del agua, como en anteriores ocasiones, recibimos la factura de los últimos meses, hasta aquí todo normal. Como siempre la factura la llevamos al banco o caja donde tenemos abierta la cuenta, después de guardar bastantes minutos en la cola –y no es necesario que les cuente cómo están las colas– entregamos la factura, con su código de barras y todo, al señor del mostrador. “Esto no lo podemos cobrar aquí” nos contestó con cara de pena … “¿Y dónde lo puedo pagar?”, le pregunté. “No lo sé, aquí no han abierto cuenta, vaya a la oficina de Aqualia y pregunte”, nos dijo.

Intentando dar solución al pago, por aquello del corte de agua, me presenté en la oficina de esta empresa, de cuyo nombre no quiero acordarme. “Solamente hemos abierto cuenta en Banesto, por lo tanto tiene que pagarla allí”, me explicaron. “¿Y no puedo pagarla aquí, en efectivo, como en anteriores ocasiones?”, quise saber. “No, lo siento, ya no podemos cobrar en la oficina, lo tenemos prohibido”, añadió. Con cara de gilipollas y sin saber qué hacer salí de la oficina, pensando en ingresar el dinero en el juzgado, por aquello del corte de agua, o de aventurarme a ir a la oficina de Banesto, en el paseo Chapí.

No es necesario que les cuente cómo están las colas, como decía antes, porque hay que estar en el paro o ser jubilado para poder perder tanto tiempo, pero lo peor llega cuando tomas la fatídica decisión de ir a Banesto y te encuentras que solamente puedes pagar, en Banesto, martes y jueves de 8´30 a 10 de la mañana; eso si tienes suerte porque si llega la fatídica hora de las 10 y no te ha tocado pues… a joderse tocan y a volver el próximo día a lo mismo de lo mismo, a acordarte de la familia de los de Aqualia durante el tiempo que estás en la cola.

Pensando en acercarme a la Guardia Civil a denunciar esta actitud, decidí llamar al concejal de Obras y Servicios, Juan Richart, para comentarle la situación. Amablemente me dijo “no sé nada de todo esto, porque tengo la factura domiciliada, pero ahora te llamo y te digo algo al respecto”. Unos minutos más tarde recibía la contestación del edil: “efectivamente solo se puede pagar en Banesto, y la empresa no permite que los trabajadores cobren en la oficina los recibos del agua, al igual que en la piscina cubierta donde solamente se puede pagar con tarjeta, la empresa me dice que en Alcoy hay muchas más domiciliaciones que en Villena y por eso han tomado esta decisión, para que la gente domicilie el pago, no obstante abrirán más cuentas en otras entidades próximamente”.

Sigo sin saber qué hacer, y tengo de plazo hasta el 20 de enero, el viernes pasado le comenté al señor alcalde esta situación, no solamente mía sino de muchas personas que se encuentran en la misma situación, y me dio la impresión de que no me hizo ni caso porque tenía una reunión, seguramente más importante que este pequeño problema de mínima importancia para él. Y a día de hoy me veo en la fuente del Garrofero llenando bombonas de agua para llevarlas a casa, eso sí haciendo cola con el resto de ciudadanos que han cometido el tremendo pecado de no domiciliar el pago de los recibos de agua para que Aqualia recaude con el mínimo esfuerzo.

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