¿Y el sentido común?. Artículo de Opinión de Mª Asunción Prieto, Diputada Provincial de Mujer y Juventud
Hace escasos días, celebramos, desde la Diputación Provincial de Alicante, el 6º Congreso sobre la Violencia contra la Mujer, y allí tuve la oportunidad de reencontrarme con expertos, y también compañeros, de distintos ámbitos, con los que debatí, charlé y reflexioné sobre esta terrible lacra que nos afecta a todos y todas.
Pero también tuve la oportunidad de conocer a profesionales, sobre todo del ámbito de la psicología social, que nos dieron, a través de su experiencia, una visión conmovedora y esperanzadora frente al desolador panorama actual. Y es que si bien comenzamos, el primer día de congreso, con los fatídicos datos y cifras sobre las mujeres asesinadas, lo clausuramos hablando de las emociones y del lado del cerebro que las domina. Y es precisamente de eso, de inteligencia emocional, de lo que terminamos reflexionando de la mano de la polifacética Elsa Punset, que nos alentó, a todos los presentes, a que apeláramos al sentido común en todas las facetas de nuestra vida, pues bien es sabido que el sentido común es el mejor de los sentidos.
La verdad es que cuesta creer que este sentido siga teniendo hoy vigencia. No hay más que poner los informativos, leer las páginas de los diarios o escuchar las diferentes radios para comprobar los desastres y catástrofes que asolan nuestro planeta: guerras, hambre, genocidios, pobreza, violencia, injusticias todas ellas calamidades provocadas por el ser humano, es decir, por nuestra especie, a la que se le supone una elevada inteligencia. La violencia contra las mujeres no se escapa de todo este elenco de calamidades, es más, me atrevería a decir que en todas ellas, las mujeres y las niñas son, con diferencia, las más perjudicadas. De hecho, como apuntan diferentes ONG, una de cada tres mujeres en nuestro planeta ha experimentado alguna vez en su vida algún tipo de violencia, y cuando digo algún tipo de violencia me refiero a cualquier tipo de vulneración de los derechos humanos, de los derechos inherentes a las personas y que vienen reconocidos en la tan a menudo infringida Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1.948. La libertad, la vida, la seguridad y la dignidad de las personas son derechos inalienables, son nuestra segunda piel, y es deber de todos, gobiernos y ciudadanía, velar por su salvaguarda y protección.
Esta vulneración de los derechos humanos se vuelve especialmente perversa cuando se produce dentro del ámbito doméstico. Y es que, si el ejercicio de la violencia es un hecho despreciable, ni que decir tiene que, cuando esa violencia la ejerce sobre una, la persona a la que está o ha estado unida por una relación de afectividad, el hecho se vuelve doblemente despreciable. Sólo un dato: según Amnistía Internacional, el 70% de las mujeres asesinadas en el mundo lo son a manos de sus parejas o exparejas. Morir presa de la violencia de tu compañero, amigo, amante y padre de tus hijos ¿hay alguien que pueda entender esto?, ¿es que acaso se puede matar por amor?... pues No, donde hay amor no puede haber violencia Basta ya de creer aquello que nos decían nuestras abuelas de quién bien te quiere te hará llorar Basta ya de justificar y disculpar conductas machistas intolerables y sobre todo, basta ya de creer que en el seno de una relación amorosa todo vale.
Por ello es tan importante que tengamos presente que cuando una mujer es golpeada, violada, humillada, torturada o asesinada no sólo se rompe una vida, se rompe algo más: la esencia de nuestra democracia, nuestro sistema de valores y los principios por los que lucharon nuestras generaciones pasadas. Por ello, también es fundamental que comprendamos que está en nuestras manos frenar la violencia de género y que no todo depende de instancias superiores. No basta con la actuación de los poderes públicos, no basta con legislar, no basta con juzgar, no basta con condenar hay que hacer algo más y ese algo más depende de nosotros mismos. De nuestra capacidad de esfuerzo, de comprensión, de tolerancia, de diálogo y de solidaridad con las víctimas de esta violencia, de nuestra habilidad de comunicación para con nuestros hijos e hijas y de nuestra destreza a la hora de educarles en el valor de la igualdad. En definitiva, tenemos la llave de la prevención, ahora sólo toca saber qué puerta hemos de abrir . Y ahí, creo que podría operar estupendamente nuestro sentido común, ese sentido del que hablaba al principio y que, aunque no parezca, tenemos todos, o casi todos, dentro de nuestro ser. Porque ese sentido es el que nos guía para decidir nuestro camino y el que nos indica lo que está bien y lo que está mal, y aunque entre el bien y el mal hay multitud de estados interpretativos, todos debemos convenir en que nada puede justificar la muerte de millones de mujeres en el mundo.
Eso que llamamos sentido común está muy relacionado con la inteligencia emocional que antes comentaba, y ésta a su vez está interconectada con la posibilidad del ser humano de aprender a ser mejor. Porque todo se puede aprender y todo se puede mejorar, y porque todos podemos poner nuestro granito de arena para colaborar en erradicar la violencia contra las mujeres, sólo tenemos que estar informados para saber cómo ayudar y hacerlo. Y porque además, todos tenemos una responsabilidad individual que nos hace ser partícipes de todos los avances y mecanismos de protección y seguridad que desde los poderes públicos se están poniendo en marcha. Porque no podemos mirar hacia otro lado mientras se cometen atrocidades. Y porque debemos poner en práctica aquello que también decía Elsa Punset sobre la empatía. Aprender a empatizar supone aprender a ponerse en el lugar del otro, a comprender sus emociones y a procurarle el bienestar.
Y, por todo ello, estoy convencida de que, pese a datos alarmantes, situaciones atroces y estadísticas fatídicas, lograremos aflorar el sentido común general y educaremos a nuestras generaciones venideras en la tolerancia, la igualdad y el respeto mutuo. Llámenme idealista pero estoy convencida de que, como decía la académica Mª José Díaz Aguado, es posible un mundo mejor.
Mª Asunción Prieto Candela.
Diputada del Área de Mujer.
Diputación de Alicante.