Sociedad

“Fuerza ante la adversidad”. Nuestra compañera Rosa Sánchez Rico nos relata en primera persona su tarea como cooperadora en Guatemala

Cuatro décadas de Guerra Civil y siglos de opresión colonial han dejado a las comunidades indígenas de Guatemala, como la de San Marcos de La Laguna, divididas por su posición socioeconómica, religión, género e idioma. Estas comunidades son marginadas y privadas de muchos derechos humanos básicos. La mayoría de hogares sufren de pobreza económica, desnutrición, insalubridad, alcoholismo y escasas oportunidades de educación y empleo. Y los más desfavorecidos de esta situación son los niñ@s y jóvenes, cuya tasa de suicidios ha aumentado en los últimos años, debido a la desesperación por el oscuro presente y futuro de sus vidas.
En Guatemala el sistema público de educación ofrece muy pocas opciones de desarrollo artístico; del presupuesto nacional, poco o nada se invierte en procesos creativos en las escuelas; y la educación a la que, especialmente niñ@s y jóvenes de comunidades rurales indígenas tienen acceso, es monótona, repetitiva, y por ende, de muy poca capacidad para generar ilusión y creatividad.

El arte como herramienta educativa
El Proyecto Cultural “La Cambalacha” se desarrolla en San Marcos de la Laguna, ubicado en las orillas del Lago Atitlán, Sololá, Guatemala, cuya población indígena, de unos 3.000 habitantes, subsiste de las cosechas de café y maíz. El proyecto opera como taller creativo permanente para la manifestación, exposición, instrucción, producción e intercambio de las distintas expresiones visuales, escénicas, artesanales y musicales. Fomenta la iniciación y formación artística integral para niñ@s y jóvenes a través de talleres de sensibilización y creación artística, cursos libres y convenios interinstitucionales; y motiva a los participantes a experimentar y construir sus conocimientos y proyectarlos a su comunidad indígena.

Desde la ONG con la que colaboro me ofrecieron participar en este proyecto innovador, con proyecciones futuras que ofrecen una luz a la oscura realidad de Guatemala. El objetivo no es poner parches al duro presente que les ha tocado vivir, sino apostar por el arte como herramienta educativa y terapéutica para sanar las heridas del pasado, comenzar a practicar la paz y transformar la realidad de una manera consciente y respetuosa por la naturaleza, la interculturalidad y los derechos humanos.

He comprobado cómo el proyecto aporta y facilita procesos de sensibilización, intercambio, formación y producción artística a la niñez y juventud de las comunidades rurales indígenas, validando el arte como alternativa de vida y opción profesional. Al llegar a la ciudad de Guatemala me impresionó el alto grado de delincuencia, la municipalidad armada a pie de calle en comercios, colegios, gasolineras…; pero cuando logré ubicarme en el Lago Atitlán me impactó su escaso y lento nivel de desarrollo (población indígena, latifundios, deudas de raya), la pobreza, los derrumbes y daños materiales ocasionados por las últimas lluvias torrenciales.

EPdV, presente
Vivir unos días en este paraíso natural (el Lago Atitlán está rodeado de 8 volcanes y allí confluyen fuerzas naturales y mágicas) y trabajar en el proyecto formando de manera constructiva y recreativa a los niñ@s y jóvenes, para que transformen y desarrollen su entendimiento del mundo, aumenten su autoestima y cultiven el respeto y la tolerancia, ha sido la aportación que más satisfacciones me ha dado en mi vida. Les he enseñado a realizar su propio periódico partiendo de la propia experiencia de El Periódico de Villena, a formular entrevistas, expresión oral, escritura creativa, educación emocional, talleres y prácticas de reciclaje de basura, limpieza de lugares, construcción de material y utensilios, repoblación y mantenimiento del río... pero ellos a mí me han dado muchísimo más y me han demostrado el valor y la fuerza que poseen ante la adversidad.

Lo prometido es deuda
Jamás había visto tantos ojos llenos de miedo y de dolor. He experimentado momentos muy duros, pero lo mejor y lo que nunca olvidaré es el cariño, el arte, la bondad y los rostros de los niñ@s y jóvenes de La Cambalacha, porqué son un claro ejemplo de esperanza y valor ante la adversidad del lugar en el que les ha tocado vivir.

Gracias a la suerte que tengo por haber nacido en mi país y a mi profesión, he podido realizar y disfrutar de esta experiencia, solidaria para ellos y gratificante para mí. Ojalá la eterna primavera de Guatemala brille algún día en la oscuridad y lo prometido es deuda, volveré.

Rosa Sánchez Rico

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