500 balas
Abandonad toda esperanza, salmo 500º
A Jesús Lens, con quien escribí mi primer libro; a José Andrés Espelt, que lleva años empeñado en que estas columnas se recopilen en otro; a Carlos Prats, por confiar ciegamente en mí y dejarme hacer; y a Cristina, que las ha leído todas una por una además de apaciguar a las fieras mientras escribía muchas de ellas.
500. Quinientas columnas. Medio millar de textos de opinión de periodicidad semanal que he tenido el placer de escribir, y ustedes -al menos algunos de ustedes- la paciencia de leer. Quinientas semanas seguidas sin descanso, salvo la excepción de algunas festividades muy puntuales, en las que he divagado sobre libros, cómics, películas, series de televisión y algún que otro acontecimiento cultural que han repercutido en mayor o menor grado en mi vida desde que en septiembre de 2005 Carlos Prats decidió enrolarme en la tripulación del recién botado El Periódico de Villena.
Esto había que celebrarlo, y no se me ocurre mejor manera que hablar del western. Y no es que sea mi género favorito: de hecho, siendo pequeño lo odiaba a rabiar, y solo con la madurez que conlleva el paso de los años y la revelación que supuso en mi más temprana adolescencia ver El hombre que mató a Liberty Valance del maestro John Ford he llegado a amar algunos de sus títulos más destacados. Pero quiero hablar de películas del oeste debido a una feliz coincidencia: la reciente publicación del libro Muerte, asesinato y funeral del western y el estreno de Los odiosos ocho. Del primero, señalar que para mí tiene mucho de significativo puesto que su autor, Jesús Lens, es con quien escribí aquel Hasta donde el cine nos lleve publicado en 2009 que tantas alegrías nos ha dado a ambos. Lens, ya en solitario, siguió escribiendo sobre el séptimo arte en Café-Bar Cinema, Cineasta blanco, Corazón negro y ahora en este librito (uso el diminutivo por su extensión, no por su valía) en formato digital que puede adquirirse en la plataforma Lektu. En sus breves pero certeras sesenta páginas, Lens demuestra su amor incondicional por el género -no en vano, y en buena medida gracias a su mediación, se está llevando a cabo en su Granada natal el ciclo de proyecciones "Western Inmortal"-, pero no le da la espalda al hecho de que el cine del oeste parece muerto y enterrado a pesar de algunas resurrecciones puntuales que no son más que eso: algo puntual. Una lectura indispensable pues para todo aquel que no se perdiera ningún western en las sesiones de tarde de los sábados en la primera cadena de TVE o casi a diario en el extinto Canal 9 valenciano.
Y hablando de resurrecciones puntuales, vamos con una muy sonada: Los odiosos ocho, uno de los primeros estrenos de este 2016, es el segundo western de Quentin Tarantino después de Django desencadenado y antes de una hipotética tercera producción de la que no sabemos nada más allá de que cerrará la trilogía que el realizador de Pulp Fiction tiene planeado dedicar al género. Vaya por delante que su nuevo trabajo me parece una de las propuestas más desconcertantes que he tenido la oportunidad de ver en mucho tiempo: intrigante por momentos, irritante en otros, fascinante en general, se trata de un cúmulo de referencias -algo nada nuevo en la carrera de su realizador, por otra parte- cuyo resultado final viene a ser algo más y en mi opinión mucho mejor que la suma de sus partes. A estas alturas, querer analizar el trabajo de un realizador tan postmoderno como Tarantino con las mismas herramientas con las que enjuiciamos el trabajo de los clásicos no tiene ningún sentido, aunque por supuesto cada uno es libre de disfrutar con una cosa y no con la otra. En mi opinión, lo que el autor de Reservoir Dogs hace aquí con el western está más cerca de lo que hizo su admirado Godard con el cine negro que cualquier película del oeste que filmaran Ford, Hawks, Mann, Peckinpah o Leone... aunque podamos encontrar alguna huella de estos (sobre todo de los dos últimos) en sus fotogramas. Tarantino mete en la coctelera de este su 8 y 1/2 particular (hagan la cuenta, que sale clavada) a algunos de sus actores habituales y a nuevos fichajes (el más rutilante, una recuperada -y nominada al Oscar- Jennifer Jason Leigh tan excepcional como de costumbre pero más terrorífica de lo habitual en el único rol femenino de relevancia del film); recurre a la estructura del whodunit de Agatha Christie y compañía con un misterio (o varios) a desentrañar en un espacio cerrado en el que absolutamente todos los personajes implicados son sospechosos; homenajea a algunas de sus películas favoritas, muy especialmente La Cosa de John Carpenter (la presencia de Kurt Russell no es casual, y que la banda sonora corra a cargo de Ennio Morricone no se debe solo a las partituras que este compuso para los spaghetti westerns de los años sesenta); y, finalmente, nos regala un análisis tan lúcido como descarnado de los orígenes de los Estados Unidos, que demuestra que las diferencias que pueda haber entre los partidos de izquierdas españoles son minucias en comparación con la sangre vertida y los cadáveres abandonados en el campo de batalla sobre los que se colocaron los cimientos de la que hoy es la primera potencia mundial. Todo ello, salpicado (nunca mejor dicho) con generosas dosis de hemoglobina y envuelto en un espectacular formato panorámico aprovechado al máximo en un relato que dura casi tres horas y que, paradójicamente, se desarrolla casi en su totalidad en un pequeño espacio interior. En resumidas cuentas: una propuesta brillante y atípica, de las más arriesgadas de su autor, que necesitaremos ver más de una vez para analizarla y disfrutarla como se merece.
Aprovecho ahora la coyuntura para, tal y como suelo hacer en cuanto ustedes se distraen, recomendar un cómic: en esta ocasión se trata de un título que viene que ni pintado (nunca mejor dicho también), y que no es otro que la adaptación a cargo del guionista Reginald Hudlin, a la sazón productor del film, del guion original de Django desencadenado. Liberado del corsé que supone la duración y el presupuesto estipulados para la película, el libreto escrito por Tarantino (y que, tal y como llegó a la gran pantalla, fue merecedor del Oscar al mejor guion original) se transforma en un relato gráfico de largo recorrido donde se reconoce la mano maestra de su autor en los diálogos y en el que se disfruta de los lápices de una interesante nómina de dibujantes de cómics, entre los que destacan Denys Cowan (un autor aquí recuperado que merece reivindicarse siempre) y en especial R. M. Guéra, artista particularmente dotado para la iconografía del western tal y como demostró en la alabada y multipremiada serie Scalped.
Y esto es todo por hoy. La semana que viene, si ustedes así lo desean, más. En la columna 501.
Misterio, asesinato y funeral del western y Django desencadenado están editados por Palabaristas y Planeta DeAgostini Comics respectivamente; Los odiosos ocho se proyecta en cines de toda España.