Cartas al Director

A mí también me encanta la vida

Estoy un poco harta de oír hablar de lo bonita que es la vida de una forma tan empalagosa como lo están haciendo los defensores de las vidas que están por venir.
A mí me encanta vivir, intento –todos los días– dar las gracias por haber conseguido este don tan preciado y procuro –todo los días también– ser merecedora de él. Pero vivir no es fácil, quizás eso sea lo maravilloso, hay que intentar vivir cada momento, cada situación. VIVIR con mayúsculas es sentir cómo la vida te va rozando a cada instante, unas veces te acaricia, otras te araña; acostarte por la noche y sentir que lo has conseguido, has vivido un precioso día más.

Yo no creo en dios, tengo cuarenta y cinco años y a lo largo de estos me he ido convenciendo de mi no creencia y ratificando en la creencia de mí misma y mis circunstancias. Soy la suma de mis actos. He ido creciendo y reafirmando mis valores, que son míos porque creo en ellos y son los que me conforman como la persona que soy, los he ido descubriendo y afianzándome en ellos. Asumo quién soy y todo lo que he hecho y lo que he dejado de hacer; asumo con responsabilidad haber vivido mi vida como he entendido que debía hacer y seguiré haciéndolo.

Como ya he dicho, tengo más de cuarenta años. A las jóvenes de entonces no se nos daba una educación sexual ni en los colegios –yo fui a las Paulas– ni en casa; quizás por mi curiosidad feminista un día, y ya con veinte años o más, me acerqué a planificación, donde dicho sea de paso me atendieron tan bien que todavía sigo yendo, gracias a Isabel y nuestra añorada María. Como cualquier hija de vecino tenía mis necesidades y empezaba a tener claro que lo de los hijos no era lo mío. Ahora ya lo tengo clarísimo. Doy gracias a dios y a los anticonceptivos por no haberme quedado embarazada y mira que hubo momentos de duda en los que creí que la había cagado, que aquello era una falta y que me hicieron sentirme fatal.

Es que parece que tener un bebé sea una meta; me molesta que se nos haya hecho creer en el instinto maternal como algo innato en toda mujer; yo no tengo instinto maternal y no por ello me siento menos mujer; me encanta abrazar a los bebés, tomarlos en brazos y me encanta cuando los veo alejarse en brazos de sus mamás y/o papás. Soy una mujer feliz que ha tomado la decisión, madura y responsable, de vivir sin hijos. Y me siento en mi sofá junto a mi amor y me alegro de que no haya una criatura incordiando porque para mí tener un bebé sería tener un problema que no quiero asumir. ¿Les parece que soy egoísta?, pues bien. Desde el respeto que siento hacia todo el mundo les diré que yo no tengo que darles cuentas a ustedes, yo creo en mí misma y es conmigo con quien tengo que convivir todos los días y si yo no estoy bien conmigo, ¿con quién lo voy a estar?

Yo no pretendo ser la voz de nadie, pero si a alguna chica le sirve mi experiencia, si a alguna le hace recapacitar sobre la decisión de ser madre y planteárselo responsable y maduramente, me daré por satisfecha.
Yo no deseo tener hijos, pero me encantaría vivir en un mundo en el que cada bebé que naciera hubiera sido, madura y conscientemente, deseado.

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