Estación de Cercanías

A puerta fría

Este término se utiliza en las áreas de comercialización para describir la labor que realizan los profesionales de la venta visitando las empresas sin previo aviso, sin cita concertada, técnica que seguramente es la menos agradecida, la más violenta y la que requiere de mayor fuerza motivadora para estos profesionales que salen en busca y captura del cliente día tras día.
Es ésta de todas-todas una labor dura, de repetidos rechazos y pocas simpatías, pero de vital importancia para las empresas representadas, pues la clientela es el cum laude de toda empresa, el valor más codiciado y al que hay que mimar al extremo, tanto en tiempos de bonanza como en estos que corren, en los cueles se han convertido en los propietarios del futuro de las mismas.

Bueno, esto sería el lógico pensamiento de cualquier negocio, descontando de la lista a los bancos, por supuesto. Ellos son otro mundo, el mundo al revés. Seguramente algunos de ustedes, al igual que yo, han tenido que acudir a una entidad bancaria en busca de sus productos, porque no olvidemos que el dinero que nos dejan es su negocio, que no dejan de ser un establecimiento como otro cualquiera, pero vendiendo dinero. Y es probable que en esta acción de compra se hayan sentido en el lado contrario, con los papeles cambiados y apreciando internamente que están pidiendo un favor en lugar de estar creando una línea de ganancia para el banco o caja al que acudimos.

Posiblemente hasta no hace mucho esta actitud era de más difícil apreciación, pues era acostumbrada y aceptada por ambas partes como regla inalterable del juego. Pero es ahora, con la que tenemos encima, cuando el contraste es verdaderamente escandaloso, porque estas empresas siguen endiosadas en sus olimpos particulares, por encima del bien y del mal, atando y soltando a su antojo y reclamando más dinero público para sanear sus cuentas privadas y no para intentar reactivar el consumo y la economía que es el fin de estas ayudas. Y no hablo de oído.

La pasada semana tuve una de estas experiencias paranormales en una entidad bancaria de nuestra ciudad, a la que acudí para informarme de los productos que para refinanciaciones hipotecarias o ayuda a la solvencia empresarial me podía ofrecer. El espectáculo fue lamentable. A los buenos días iniciales con cierta simpatía le sucedió un cambio de actitud tajante cuando pronuncié las palabras prohibidas en sus nuevas políticas empresariales, ¿adivinan? Por supuesto, “hipoteca, financiación y ayuda a la pequeña empresa”. Ahora los leprosos tenemos pequeñas empresas y osamos acudir a ellos en busca de dinero, porque cuando a cada palabra surge la negación, cuando tu andas intentando sacar adelante tu presente, cuando sabes que quien te está negando cualquier ayuda a este respecto se ha enriquecido gracias a lo que ahora desprecia sin pudor, y con la desfachatez de culpar a la morosidad del ciudadano de su propia avaricia y sus lucrativos riesgos, notas como de pies a cabeza entras en ebullición con una mezcla de indignación e incredulidad por lo que ves y escuchas, y porque te sabes testigo de un engaño con cargo a las arcas estatales, y de momento no sabes si compras o vendes, si tienes delante al cliente que te mira de soslayo sabiendo su respuesta negativa con anticipo a tu exposición o si has ido a comprar al único negocio que se permite negarte una venta porque dicen carecer de materia prima. Así que si estás en paro y quieres comenzar de nuevo no hay dinero, para apuntalar tu empresa contra la crisis tampoco hay disponible, ahora la puerta fría es la de cualquier entidad financiera.

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