Cultura

A rebufo

Para que todo venga a cuento y quienes me leéis semana sí, semana no, no andéis perdidos o perdidas, transcribo lo esencial del texto de la pasada semana, resultado de una breve conversación con Luis –conocido socio de un mítico local de Villena: –“¿Ya os habéis convertido –los bares-galería (El Túnel, La Taifa, La Espuela, El Colosseo…)– en el baluarte de las artes plásticas en Villena–”, digo yo con tono irónico sonriendo a Luis. Él me responde, pincelando una leve pero significativa mueca sobre su cara de póker, –“¿Sólo de las artes plásticas?”.
De aquella columna, y perdónenme el inciso, también tengo un recuerdo que desgraciadamente redunda esta semana, que es el de la desaparición de un grande del escenario. Si fue Rodríguez Méndez entonces, ahora es Don José Luis López Vázquez. Un artista cuyo arte se supo imponer al recelo, ignorancia e irreverencia de las generaciones que crecimos durante la democracia. Generaciones ya inmersas en la contemporaneidad, en la nueva cinematografía, en la modernidad, o casi. Generaciones que despreciaban la “antigüedad” del arte en España, que dejaron morir a muchos grandes artistas de nuestro país sólo porque vivían en habitaciones que tenían el mismo olor que el país que acabábamos de dejar atrás. Una repugna de la que López Vázquez logró salvarse porque tuvimos más oportunidades de conocerlo que a aquellos. Y conociéndolo supimos que era un grande. No, por supuesto, en todos sus trabajos, pero sí en los suficientes para convertir a una persona en un artista.

Respecto al tema del papel que tienen los bares en el panorama artístico de Villena, creo que hay un debate sobre la mesa: la actitud que tenemos frente a los espectáculos musicales en directo. Un debate que parte desde la convocatoria y llega hasta el comportamiento del público durante las actuaciones. Como ven el tema puede dar para largo, pero creo que sería necesario y que podría llevar a conclusiones útiles para las salas y colectivos que sostienen este tipo de propuestas en Villena: Club de Jazz las Mil Pesetas, Vil-Art, Colosseo, Túnel, etc., y que conforman el único paisaje que tiene y tendrá esta ciudad volcada en la construcción de un mastodonte que presumiblemente aportará poco o nada a la cultura local.

Porque la siembra de la cultura requiere de unos cuidados continuados y obviamente la Plaza de los Toros, caso de que se preste a ello, supondrá en el mejor de los casos una colaboración tan puntual y anecdótica como aquella de Coti en aquel lejano verano. Aplaudamos, respetemos y apoyemos lo que de verdad tenemos, y ayudemos con nuestra presencia y comportamiento a unas iniciativas que, lo crean o no, son todo un lujo para una ciudad.

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