Cartas al Director

A vueltas con las subvenciones de los ayuntamientos

Soy un asiduo lector de este semanario y estoy hasta los mismísimos… –bueno, por esta vez voy a utilizar el femenino–, y estoy hasta las mismísimas narices de tanto seudónimo y nombres incompletos de los colaboradores que no dan la cara.
Yo soy José Navarro Montes y si hace falta les doy mi domicilio para que sepan donde vive un paisano para lo que haga falta (si es bueno, claro). Y digo que también estoy hasta las mismísimas narices de tanto escrito y comentarios sobre la subvención de 12.000 euros que ha recibido la Peña Taurina para que se celebre la tradicional corrida de toros del 7 de septiembre.

Esta fiesta de los toros está arraigada en nuestra ciudad desde hace muchísimos años. ¿Cuántos años tiene “La Corredera”?, ¿de dónde le viene ese nombre? Pues es fácil de adivinarlo, pues antiguamente tanto en Villena como en Yecla, Córdoba, Madrid y un montón de pueblos de España, las calles en que se celebraban carreras de caballos y a su manera corridas de toros, recibían el nombre de “Corredera”. Y para más “inri”, hace casi 100 años movió a nuestros antepasados, con el esfuerzo y la colaboración de muchísimos vecinos a construir nuestra magnífica PLAZA DE TOROS. Y como es una gran tradición, pienso que como tal, hay que mantenerla. Además recuerdo que en un viaje que hice hace años por Andalucía, tuve ocasión de visitar la plaza de toros de Ronda y su Museo Taurino y a la entrada del mismo había un gran cartel en lugar destacado que textualmente decía “La fiesta de los toros forma parte del sentir del pueblo español y POR LO TANTO NO SE CUESTIONA. Firmado Juan Carlos I de España” (sin comentarios).

A mi particularmente –sin apasionarme– me gusta el fútbol, las carreras de motos, la Fórmula 1, la zarzuela, la música, el leer, el viajar, los reportajes de “La 2”, el pasear, etc. y también las corridas de toros y, como tal, quiero que esa tradición tan villenera no se pierda.

Yo a los ayuntamientos, sean del color que sean, siempre los he comparado con los padres de una gran familia. A un hijo le compran una moto porque “le pirra” la velocidad; a otro lo llevan tres noches por semana al polideportivo a entrenar porque le gusta el baloncesto; a otro le han comprado un perro galgo y una estupenda escopeta porque le encanta la caza; a otro le están costeando los estudios en la Universidad porque el chaval es un “espabilao”; a otro no le compran nada, pero le dan cariño, mucho cariño porque el pobre es disminuido, y así un largo etcétera.

Por poner un ejemplo, ¿cuánto nos costó a los sufridos contribuyentes villenenses el traer la ópera NABUCO?, ¿12.000, 18.000 euros? No sé, pero creo que mucho y… ¿cuántos disfrutamos –yo uno de ellos– de ese magnífico espectáculo? Pocos, muy pocos, porque en el Teatro Chapí cogen poco más de 800 espectadores. ¡Ah! Y ojalá las próximas temporadas nos traigan otros espectáculos de esa categoría. ¿Y el espectáculo de Leo Bassi –que además suscitó bastante polémica entre la ciudadanía– qué costó? Creo que bastante más que la ópera Nabuco y la subvención a la corrida de toros. Y en cambio, se beneficiaron poquísimas personas, pues en el Salón de Actos de la Casa de la Cultura cogen bastantes menos espectadores que en el Teatro Chapí o la plaza de toros, aunque sea provisionalmente una portátil, y no digamos nada cuando sea en la restaurada y definitiva.

Y quien dice de ópera y teatro dice del juego de petanca, conciertos de jazz, fútbol, fiestas de Moros y Cristianos, enfermos de Alzheimer y un largísimo etcétera en el que los ayuntamientos aportan muchísimo dinero.

Además, y dejémonos de monsergas, es ley de vida y desde que el mundo es mundo para que subsistan unas especies han de morir otras, eso desde el más pequeño de los animales al mayor de todos y, por encima de todos, los humanos; por eso estamos dotados de un poco de razón e inteligencia (aunque ésta, a veces nos falla).

Cada especie animal tiene su cometido. Hay pájaros que da gusto escuchar con sus trinos, perros que arrastran trineos por la nieve, otros ayudan al cazador a cazar, otros guardan la casa, otros descubren alijos de drogas, otros descubren a personas moribundas entre ruinas y cascotes y toros les sirven de compañía a sus dueños. Hay caballos que da gusto mirarlos por su buena estampa, por la velocidad a la que corren, por la elegancia con que salvan obstáculo. Hay delfines que hacen las delicias, particularmente de la gente menuda, en los parques acuáticos, etc. Pues bien, el toro de lidia es criado “a cuerpo de rey” en las ganaderías para que cuando llegue su tiempo ser lidiado y muerto en las plazas de toros ¡y ya está!

Me cuesta creer que alguien se escandalice de la muerte de los toros de lidia y yo me pregunto, ¿es que estas personas no han visto –aunque sea en los reportajes de televisión– los mataderos de todas clases que existen en el mundo o no han asistido nunca a una matanza del cerdo¿ ¿Es que no han visto cómo mueren los peces en las cubiertas de los barcos cuando los pescadores vacían sus redes, estremeciéndose todo su cuerpo hasta que al final mueren? ¿Es que en sus casas no han matado nunca un conejo, pollo u otro animalejo y ver de cerca cómo ha sido su muerte? Pero si no lo han visto nunca, sí se pueden imaginar que no han sido muertos a besos. ¿Es que estas personas viven del aire? Pues va a ser que no. ¿Quién no se ha comido en su vida un buen filete de ternera a la plancha o unas chuletas de cordero a la brasa o unas virutas de jamón –si es ibérico tanto mejor– o una lubina a la sal o unas gambas a la plancha o unos boquerones fritos o una sardina salada con uva o una buena lechuga o coliflor o manzanas o naranjas o cerezas…? A mi me encanta ver en nuestros campos todas esas verduras y frutales esplendorosos y que tantos animales, peces, frutas, verduras, legumbres, etc. han sido sacrificados para que subsistan otras especies, y entre ellas los humanos.

Posiblemente alguna de esas personas a las que tanto les afecta la muerte de los toros de lidia no son capaces de “echarles una mano” cuando se tropiezan con alguien necesitado por la calle, o cuando sus familiares directos se hacen mayores no tienen empacho en llevarlos al asilo o geriátrico, o cuando se hacen grandes o se van de vacaciones abandonan a sus animales de compañía o casi no se les ve ayudando en el Asilo de Ancianos, Cruz Roja u otras instituciones que tanto necesitan de colaboración altruista (por supuesto que sin cobrar un euro, que si no ya no tiene gracia).

Fdo: José Navarro Montes

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