Cartas al Director

Acerca del Centro de Recepción de Visitantes

En infinidad de ocasiones, a la hora de invitar a algún amigo, pariente o conocido de fuera, me preguntaba, irremediable y sistemáticamente, por qué motivo no existía un lugar -como ocurre en otros lugares con ni una décima parte de nuestro patrimonio- donde empezar mi recorrido turístico para con ellos. Un lugar o alguien -no digo que yo no pudiera hacerlo sólo o bien, eso es aparte- que corroborase lo que yo decía y apuntase aspectos que a mí, seguro, se me iban a olvidar.
Pues bien, parece que, por fin, tenemos un Centro de Recepción para estos visitantes que llegan atraídos, principalmente, por nuestro mayestático castillo. Está, por ello, en un lugar perfecto, a un tiro de piedra de él y, además, con fácil acceso, unas bonitas vistas panorámicas y paisajísticas, completo, bien edificado y distribuido, aprovechado al máximo y hasta con aparcamiento. El concepto, no se puede negar, es buenísimo. Un Centro así va a ser capaz, seguro, de atraer en gran medida multiplicada la atención y lo que es mejor, el deseo de ver más. Tras La Atalaya, nunca decepcionante –las visitas teatralizadas y la gran cantidad de personas que han quedado en la lista de espera así lo ratifican- ha de ir el resto de la ciudad.

Una ciudad vibrante a primeros de septiembre debido a nuestras excepcionales fiestas de Moros y Cristianos y viva siempre, todos los días del año. Una ciudad con museos interesantes y únicos, con monumentos que dejan entrever un glorioso pasado histórico, con contrastes urbanísticos, con patrimonio, cultura y quizás lo más importante, buenas gentes. Personas a las que preguntar, con las que charlar, reír, pasar un rato.

Estos aspectos que pueden parecer, a priori, tan nimios e insignificantes, rotundamente no lo son. Y no lo son porque son estas iniciativas las que cuelgan carteles de “repleto” en los restaurantes, los que dan a conocer nuestra exquisita y variada gastronomía, las que dan vida a los comercios, los que venden entradas a los museos y dan a conocer, en definitiva, nuestra forma de ser y sentir. Es por ello que no sólo es esto una iniciativa del Ayuntamiento -que por cierto ha puesto todo su empeño y ha creído en ello desde el principio-, de la Generalitat y del Gobierno, ha de serlo, y de forma seria y contundente, de todo el comercio local.

Hace unas semanas, cuando visité el castillo y conocí al Príncipe D. Juan Manuel, a su esposa y a los demás, coincidí con gentes de fuera que, debido a lo mucho que les había gustado la visita, estaban decidiendo pasar el día en Villena y preguntaban, por ello, más lugares que visitar y donde comer. Sé, estoy completamente seguro, que no les defraudamos y que serán ellos, con el boca a boca, nuestro mejor marketing. Entiendo que ésta debe ser la idea.

Quienes nos visiten -y por lo que parece a precios reducidos- sabrán de nosotros y de nuestra historia. Ahora, lo perfecto sería que este centro lo pisáramos, de la misma manera, todos los villeneros. Que también nosotros supiésemos de ese pasado y lo valorásemos porque además de mucho, tenemos del interesante y del bueno. Del que contadas ciudades en España pueden presumir.

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