Cartas al Director

Acerca del escudo de Villena (Carta al director)

Después de, sin exagerar, cinco siglos de historia por fin ha quedado oficialmente, junto con el Sello de la ciudad –no menos importante– el escudo de Villena aclarado.
El fruto, presentado el pasado 26 de noviembre en el Salón de Plenos, es el resultado, en primer lugar, de la sensibilidad que un equipo de gobierno muestra hacia nuestra historia –la aprobación de un asunto tan importante siempre es gracias a un impulso político, y en este caso, al consenso de todos los grupos municipales– y, segundo, de un laborioso y exhaustivo trabajo llevado a cabo –y encargado por el Ayuntamiento– por el villenense Inocencio Galindo (Universidad Politécnica de Valencia). Quien, respetando las leyes de la heráldica, y la evolución del mismo, ha conseguido como resultado un escudo fiel y a la vez armonioso y agradable. En cuanto al Sello –el cual se basa tanto en el que se conserva en la Biblioteca Nacional como en el Archivo del Reino de Valencia, diseños de los siglos XV y XVI– decir que es un auténtico signo de distinción al alcance de pocas ciudades. Villena puede permitirse, por derecho propio, estos lujos.

La polémica en esta materia siempre ha estado presente y más si cabe en los últimos años. Todos conocíamos las señales que aparecen en él pero no así sus posiciones, sus colores y detalles en concreto. Aspectos éstos, importantes o no –aquí entra en juego la sensibilidad de cada uno– que deben quedar limados al estar definidos, explicados, consensuados y, sobre todo, aprobados. Pero, sin duda, es atrayente, y hasta me atrevo a decir recurrente, el asunto de que si la mano alada debe o no tener desplegadas las alas y, por encima de éste, el del león. Que orgulloso debía estar nuestro querido mamífero –si tuviese vida propia, claro– al saberse tan notorio y capaz provocando hasta incluso encendidas discusiones debido a que sus garras enfoquen a oriente o a occidente. Se le denominó incluso “El león de la discordia”. Aunque el autor del escudo afirma que no representa bastardía –otros investigadores opinan lo contrario– y que esto en la Edad Media era una condición y no un insulto, yo, por lo menos, lo veo mejor así –como se ha quedado– mirando a nuestra izquierda que es la derecha del escudo. Por si acaso.

El ejemplar más antiguo que conocemos de nuestro escudo data de 1480. A partir de ahí muchas han sido las versiones. Unas, seguro, fueron más acertadas que otras y en distintos etapas cronológicas, lugares y emplazamientos dieron testigo de nuestra Villena. La diferencia más notoria que podemos observar, en este nuevo, es un quinto cuartel que tiene forma de escudete circular, en él aparecen los dos peces –que antes figuran debajo– y está situado sobre el cruce de una partición doble, que en lenguaje heráldico se denomina partición en souter o en aspa. Quedando así el cuarto cuartel únicamente con los tres pinos. Hecho éste que ya ha ocurrido en otros escudos villenenses debido a que su forma, insisto, no siempre ha sido la misma. Tiempo era, por ello y por la importancia del tema de darle a nuestras señas, después de tan itinerante recorrido, un destino fijo.

Y volvemos a lo mismo que con las visitas teatralizadas en el castillo –que, por cierto, están siendo un éxito y no pueden estar mejor–. El escudo, es de cajón, no va a acabar ni con el problema de las vías ni el de los olores, por ejemplo. Pero me reitero, no nos confundamos. Si no sabemos entender lo que somos y no valoramos nuestras señas de identidad mal, muy mal andamos. Felicitémonos por el paso dado, que era más que necesario y por el resultado. Ahora nos falta la bandera.

Fdo. Amado-Juan Martínez Tomás

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