De recuerdos y lunas

Afección

Gracias a Dios puedo preciarme de tener buenos amigos. Muy buenos. Hace unas semanas uno de ellos, entusiasta y muy colaborador con las cosas de su ciudad me invitó a participar en una reunión informativa relacionada con un Plan de Participación Pública en torno al Plan General de Ordenación Urbana. Asunto sin duda trascendental para el futuro de cualquier población.

Escarmentado ya años de acudir a reuniones y salir siempre con alguna faena exigente, evito la mayoría y no suelo asistir como asistía. Las evito porque con lo que me ocupa estoy más que servido y empiezo a sentir como no saludable el desear con frecuencia que los días tengan más de veinticuatro horas. Y los días sólo tienen veinticuatro horas. Hay veces que no puedo más.

La invitación de mi amigo venía acompañada de una carta anexa, también de invitación, de la autoridad pertinente. Al margen de un error de concordancia en el arranque de la carta de la autoridad pertinente, lo que nos preocupó fue el lenguaje críptico que se utilizaba, lenguaje usado con demasiada frecuencia en documentos oficiales que hacen confusa, no sé si con intención o sin ella, la comunicación. O yo estoy cada vez más tonto –que es fácil que sí– o me pierdo en un idioma que cada vez entiendo menos.

Vale, por un lado en la invitación se hablaba de la elaboración de un "estudio de paisaje" y por otro de realizar una "Evaluación Ambiental Estratégica". Hasta aquí casi bien. Casi bien porque el segundo tema ya nos parece expresado con algo de cohetería. Pero pasa. Donde nos perdemos es cuando en la carta se nos explica el objeto de estos documentos en elaboración: "conocer los componentes más significativos del entorno y del paisaje en el ámbito municipal, para poder valorar y prevenir las posibles afecciones que pudieran ocasionar determinados cambios en los usos del territorio, o el desarrollo de determinados planes y proyectos." Hemos remarcado "afecciones" porque es la palabra que más nos despista. Tiramos de RAE y para afección –del lat. affectĭo, -ōnis– se nos indican cinco significados, cinco. El primero, afecto. El segundo –similar al primero–, afición, inclinación, apego. El tercero, más especializado, se refiere a la reserva de la provisión de un beneficio eclesiástico, comúnmente la correspondiente al Papa. El cuarto, enfermedad. Y el quinto, apenas usado, quiere significar la impresión que hace algo en otra cosa, causando en ella alteración o mudanza. Y nos parece que es por aquí, por este quinto significado por donde quiere ir la carta de la autoridad que nos invita a participar reclamándonos opinión sobre paisajes donde habitamos.

Esto la carta. Que cuando se nos ocurre entrar en la encuesta que la acompaña para que los ciudadanos cumplimentándola participemos opinando sobre espacios, ya nos resulta tan difícil como rellenar una quiniela de la liga de fútbol en Vanuatu. La verdad es que si lo que se pretende es la participación, los documentos dirigidos a la ciudadanía podrían ser, creemos, pelín más claros.

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