Aforrados
No, no es un error de transcripción, ni se me ha colado una r sin pedir permiso. Esta palabreja que rejunta aforados con forrados es un calificativo que he robado a Carles Francino, porque me parece que se ajusta como piel al cuerpo para describir a aquellos aforados que se han forrado con el ladrillo, la especulación, las recalificaciones y el amiguismo.
Seguro que a muchos de ustedes (al igual que a mí) eso de aforado les suena a antaño, les huele a rancio en esencia, y les diré que después de hacer la consulta pertinente, no creo que andemos muy alejados. Me cuentan que la condición de aforado, o lo que es lo mismo, protegido por unas leyes especiales, la conceden las Autonomías o el Estado como privilegio a políticos de alto nivel, y se engendraron para proveer de protección a personas que, ocupando estos altos cargos públicos, pueden ser fácil diana en la imputación de delitos por aquellos sujetos que, contrarios en ideas, ambiciosos de sillones y trepadores de alto standing, brotan al arropo de los sucios entresijos que la política y las luchas de poder por el poder van cosechando.
Seguramente, cuando esta forma de protección legal se instauró no era tanto el dinero ni tantas las posibilidades de posibles enriquecimientos a cargo de lo público que se podían acometer. Es posible que antaño estos fueros cobijaran a quienes realmente esperaban de sus labores públicas el hacer posible un ideario, un deseo de mejora en torno a su modo de entender la vida, y fuesen verdaderamente necesarios y justos en su aplicación sobreentendiendo que quienes aspiraban y conseguían llegar hasta ellos estaban libres del pecado de la avaricia, o la lujuria, de la deshonra y el deshonor, pero sin poner mi mano a riesgo de quemarme, porque entonces y ahora, tentaciones por doquier, aunque bien es cierto que nunca se han puesto a la venta tantas playas, tantos montes, tantos campos y tanto pequeño ayuntamiento.
Porque si algo es evidente hoy, es que se han repartido entre unos pocos este queso y que han salido a porciones muy abundantes llamadas macrourbanizaciones y recalificaciones, como también lo es que esta crisis, que tan canutas nos las está haciendo pasar, ha sacado al sol, para sacudir con fuerza, esas alfombras que escondían bajo de sí la podredumbre de la fuerte resaca que esta borrachera de millones inmobiliarios hizo agarrar a más de uno, aforados o no.
Pero el Cuéntame de esa época apenas llega a nosotros en blanco y negro, y ahora los tribunales han llamado a su puerta, por muchas inhibiciones que soliciten algunos, intentando inhibir a otros compañeros de partido que supuestamente también han coqueteado con estas prácticas, que sólo muestran la paja en el ojo ajeno y ven conspiraciones contra ellos detrás de cada puerta de despacho del partido contrario.
Esos mismos que nos llevan de la Meca a la Zeca intentando que el mareo ahuyente nuestro interés y elevando al pódium de la desfachatez peticiones de dimisión que no incluyen a Carlos Fabra, siendo ellos curiosamente los que señalan con su mano izquierda a los tribunales como camino a seguir ante cualquier discrepancia, pero que sacan la derecha para golpear a un juez cuando esos tribunales les llaman a su presencia, en un intento de liar la madeja más que está, para que sea imposible estirar de su cabo, protegiendo el fondo del nido de esa maraña de engaños, despilfarros y mentiras que, por mucho que a don Francisco Camps enoje, y ponga a la justicia por testigo, existe. Porque cuando salpican las chispas, don Francisco, muy cerca se ha estado de las brasas, y el fuero, por suerte, no es acorazado.