Agujeros negros
Mi incompetencia en materia de astrofísica ha hecho que recurra a la RAE para saber exactamente lo que es un agujero negro. Estaba dando vueltas yo a esa deuda astronómica que tiene España, esa que sale minuto sí y minuto también en cualquier medio de comunicación; esa que martillea la conciencia sin parar hasta casi hacernos llegar a pensar que los culpables de todo somos nosotros, los de a pie, los que no frecuentamos jets privados ni alfombras de congreso con zapatos de cocodrilo. Y en una de esas vueltas, que casi me mareo, me ha venido a la cabeza la idea de los agujeritos, o de los agujerazos, según se mire, que la suma de muchos igual ha forjado el cráter que amenaza con engullirnos. Pues, como decía, he abierto el diccionario, el virtual, que ahora todo es así, y textualmente define: Lugar invisible del espacio cósmico que, según la teoría de la relatividad, absorbe por completo cualquier materia o energía situada en su campo gravitatorio. Y, de repente, lo he entendido todo.
Se me han ido acercando y alejando diferentes imágenes y todas respondían a esa definición. La que me ha venido en primer lugar ha estado a punto de acabar con mi curiosidad: un tal tesorero con risa cáustica se me ha presentado, sin avisar, con la silueta de un billete de quinientos euros y un azadón en el brazo derecho, dispuesto a cavar hondo, muy hondo un túnel de evasión fiscal, en este caso. ¡Qué susto me ha dado! Después, una vocecita que repetía sin cesar una palabra: sobresueldos, ¿pero qué es eso? ¿Eso existe acaso? Yo no me lo creo le he dicho, ¿o sí? Bueno pues igual ha sido una excepción. La que confirma la regla me ha espetado. Vaya. A lo mejor el ratón es más espabilado de lo que nos pensamos. Mondo y lirondo están dejando el queso. Para más inri, escucho el ruido a mis espaldas de dos hielos al chocar en un vaso, y al volverme me encuentro a un diputado cualquiera, que a este no le he puesto rostro, ¿para qué?, sosteniendo en sus manos un gin-tonic de lo más apetecible. Y va y se ríe en mi cara con mohín de chistera falsa el muy
que me enciendo. Con dinero tuyo me remarca, qué fresquito y qué bueno a estas horas de la tarde (y no me vale ahora que se derogue la prebenda, a buenas horas mangas verdes, si no es con carácter retroactivo; pero, ¿es que sabrá este lo que es ese carácter? No si al final habrá que perdonarlo por su ignorancia). Y los orificios del queso o del cráter, como prefieran, se empiezan a dejar notar el aroma destila putrefacción. Y, para rematar mi visión dantesco-kafkiano-esperpéntica
lo que me faltaba, Andalucía, ese lugar paradisíaco de sol y tapas; y de gente risueña, también, pero con el tatuaje desde hace un tiempo emborronado de ERES; y dietas de tres al cuarto eso no se puede permitir, las dietas las subo yo, pero ya, parece que oigo a lo lejos, que no se diga que los andaluces de pro, de prostíbulo parlamentario mejor dicho, nos quedamos sin nuestra subida, que la congelación es para otros, achís, perdonen, que la crisis está muy mal-.
Qué equivocado estaba yo al minusvalorar a toda esta recua de intelectuales, lectores ávidos de Einstein y de su teoría: absorbe por completo cualquier materia o energía. Vaya si han aprehendido bien la formulación, que la han llevado a su máxima expresión. Absorbiendo, absorbiendo chupando queda más visual, han horadado nuestro gran agujero negro, el de las arcas del Estado: Lugar invisible del espacio real, dígase cuentas en Suiza, que según la teoría de la conspiración política, vacía por completo cualquier materia o energía, sea corporal o espiritual. Y las almas exangües, las de abajo, las exprimidas hasta el olor de los tuétanos seguiremos levantando la bandera de la palabra, ¿nos queda otra?