Cultura

Al agua pa´tos

Lejos de una exposición de las diferentes situaciones que producen las relaciones humanas, o de los problemas que los humanos tenemos con nuestra propia existencia, con la moral o con el sumo hacedor, se encuentra La Dependent con su espectáculo H2O, del que pudimos disfrutar el pasado viernes. Aún con un introito demasiado largo que olía a algún problema técnico ocurrido poco antes de iniciarse la entrada a la sala, no nos defraudó. Nos defraudó, en cambio, “el España” al día siguiente, no sé si por la ausencia de Raúl o por el mejor o peor trabajo del sabio, o por culpa de gente como Villar y Gaspar –tal y como dice y repite hasta la saciedad Pepe J–, el caso es que el equipo español nos dejó con dos palmos de narices y más aburridos que un reportero local en un pleno.
Pero centrándonos en los menesteres que nos ocupan –para los que me traen a estas páginas a color– diremos que H2O es un pequeño signo más de que el teatro está vivo. De que el teatro es crítico con la sociedad donde habita. De que el teatro es necesario para la reflexión, la comprensión y, por supuesto, el entretenimiento. Y no cabe duda de que nuestro teatro entiende de esto. El tema del agua, en este caso, se presenta como aglutinador, como eje transversal de muchos de los problemas que arrastramos: construcción, empleo, corrupción, despilfarro o especulación, por ejemplo. En este caso se afronta la temática con una propuesta inscrita en un espacio vacío, donde seis actores polifacéticos en cuanto a técnica y estilo se encargan de llenar cargados de recursos de vestuario y atrezzo. Personajes estereotipados, caricaturas que acentúan rasgos autóctonos, en ocasiones demasiado destinados al humor ligero, que sin el constrictor abrigo de la escenografía explícita y concretizadota logran poner de relieve la hipocresía y los intereses personales de nuestro pequeño mundo. Los sketches –pequeñas escenas cómicas– continuados recorren distintos e inusitados puntos donde el conflicto central no deja de ser el agua. Sketches, con todo, en ocasiones demasiado atentos a la ridiculización más que a la crítica.

Un espectáculo que busca la reflexión, como ya dije, pero con la ausencia tal vez de un golpe de efecto, al estilo brechtiano, con el que abundar en el grave problema al que nos enfrentamos; y en ese orden quizás también faltó poner de relieve la ligereza y despreocupación con que la sociedad vive tal cuestión. Falta de conclusión pongamos, o de enfrentamiento con una realidad aterradoramente cercana, de consecuencias que se acrecientan cada día transcurrido y que debería de borrarnos instantáneamente la sonrisa de los labios. Dicha ausencia de choque permite la salida de la sala a un público complaciente y complacido.

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