Alicia, 16 años
Mi padre era un ser incompleto, dominado por una dramática contradicción; pero al menos tenía algunas certezas a las que agarrarse, porque desde la noticia ni habla ni come ni ve la tele, solo mira a través de la ventana el campanario de la Iglesia de Santiago y resopla.
Les cuento desde el principio. Su trágica confusión pasada tenía una parte buena (llamémosla así) que era que amaba Villena más que nada en el mundo. Como él decía No Hay Nada Más Grande Que Haber Nacido En Villena; No Viviría Ni Moriría En Ningún Otro Lugar Del Mundo (mi madre, cuando le oía cosas así, siempre ponía cara como de estar viendo una peli mala de narices). Pero lo cierto es que el resto del mundo no le interesaba lo más mínimo (salvo por la Champions League y los partidos de tenis de Nadal). Si por él hubiera sido, habría copiado Villena y sus maravillas (no voy a hacer aquí una lista de tanta grandeza porque, según lo que mi padre pensaba, Sería Repetir Como Un Tonto Lo Que Todo El Mundo Cabalmente Sabe) y la habría pegado encima de todas las ciudades del planeta, como una operación de cirugía plástica terrestre necesaria para que toda la humanidad pudiera conocer y sentir (sí, decía Sentir como si le estuvieran quitando lentamente los ahorros de la cartilla del banco y encima le gustara) tanto orgullo y solemnidad. Ésta era la parte buena del asunto (llamémosla así). La parte mala era que odiaba a todos los villeneros con toda su alma (siendo él mismo, como mi madre le recordaba constantemente, Uno De Ellos -Y No Precisamente Un Ejemplo De Generosidad Porque En Casa No Quita Un Plato De La Mesa Ni Aunque Estuviera Lleno De Mierda- añadía entre dientes cuando estaba en la peluquería o cualquier otro sitio de esos donde las mujeres se dedican a impartir justicia indiscriminadamente). Era su odio del tipo bilioso/fanático, y lo retroalimentaba leyendo compulsivamente la prensa local y viendo la tele de aquí, exclamando en voz alta cosas como Se Creerá Ése Que Es Don Ministro De Villena; Mira La Tonta Ésa Que No Aprobó Primaria Y Ahora Va De Ca-te-drá-ti-ca; A Ése Lo Ponía Yo A Cavar Zanjas Con Un Tenedor, hasta que se le hinchaban las venas del cuello y parecía que le iban a explotar. Pero la noticia lo cambió todo. Ocurrió hace unas semanas. Mi abuelo (el padre de mi padre), que arrastraba una larga enfermedad, agonizaba a la espera de morir. Todos estábamos en su habitación, acompañándole, y entonces él cogió la mano de mi padre y le dijo Hijo Mío, Quiero Decirte Algo, y todos nos esperábamos algo del tipo Se Fuerte, Cuida De Los Tuyos... Pero va el abuelo y le suelta María (Que En Paz Descanse) Y Yo No Somos Tus Padres Naturales. Naciste En Yecla, Y Te Adoptamos Cuando Eras Muy Pequeño. Mi padre se derrumbó, y desde entonces solo da vueltas por el salón como un exvillenero enjaulado, luchando contra sus demonios pasados mientras empieza (imaginamos) a odiar Villena con todo su retorcido corazón.