American Gothic
Abandonad toda esperanza, salmo 42º
Hace un par de semanas hablábamos del cine de terror, defendiendo que lo peor que le puede pasar es caer en la dinámica de las películas fotocopiadas, mecánicas imitaciones sin alma de éxitos anteriores. Ahora bien, contra todo pronóstico, algunas de las mejores cintas de los últimos años son precisamente aquellas que más fácilmente podrían caer en el mimetismo: los remakes.
A nadie escapa que los 70 fueron una década gloriosa en lo que atañe al séptimo arte. Cineastas tan reverenciados como Coppola, Scorsese o Allen firmaron algunas de sus mejores películas: las dos primeras entregas de El Padrino, Taxi driver o Manhattan están en la mente de todos. El cine fantástico no fue una excepción: directores como Spielberg, Polanski o Ridley Scott rodaron memorables aportaciones al género.
Después de la lamentable década de los 80 y la siguiente, ligeramente superior, el nuevo milenio arrancó poniendo los puntos sobre las íes al recuperar el terror político que inundó una época marcada por los últimos coletazos del movimiento hippie, la guerra de Vietnam y la caída de Richard Nixon. Por aquellas fechas Tobe Hooper estrenaba la mítica La matanza de Texas; George Romero continuaba su epopeya de muertos vivientes con Zombi; y Wes Craven filmaba la explícita Las colinas tienen ojos.
Fue precisamente Wes Craven uno de los máximos culpables de la decadencia del género: Pesadilla en Elm Street y Scream, pese a ser magníficas muestras del género, dilapidaron con su éxito (y sus secuelas, que muchas veces no estuvieron a la altura), apoyado por los elementos fantásticos de la primera y el juego metarreferencial de la segunda, todo lo que de revulsivo tenían las horror movies setenteras.
Pero hete aquí que algo parece estar cambiando en la América post 11-S, y en un país en el que la razón de ser de los remakes siempre ha sido su nula memoria histórica y la necesidad de recuperar argumentos para un público contrario a la arqueología, nos encontramos con que nuevas versiones de los títulos citados, La matanza de Texas (2004) y Amanecer de los muertos, rescataban la osadía política de tiempos pretéritos.
Las colinas tienen ojos, dirigida por Alexandre Aja, se suma a las anteriores en cuanto a su calidad cinematográfica, pero las supera como exponente de la denuncia política en el género: su universo es el de unos fantasmas olvidados por un gobierno criminal, freaks que han forjado su propia versión del American way of life, tan corrompido por fuera como éste lo está por dentro, y donde la bandera USA puede ser un arma mortífera.
Viendo el film de Aja (que, no lo olvidemos, es francés), se tiene la sensación de que algo despierta en ese país cuyo único encanto consiste, según H. L. Mencken, en ser el único país cómico del que se tiene noticia. Al parecer, han dejado de reírse.
Las colinas tienen ojos se proyecta en cines de toda España.