Anatomía de una foto
Cada cuatro años, tras las pertinentes elecciones municipales, el alcalde o la alcaldesa de turno por designio popular, suele incluir en su discurso de investidura la frase aquella tan manida de Gobernaré para todos, para los que me han votado, a los que demostraré que he sido merecedora de su confianza y para los que no me han votado, para convencerles con mi trabajo diario de que mi único objetivo es y será siempre el bien de todos cuantos vivimos en este pueblo.
Como no hace tanto tiempo que se pronunció la mencionada frase, cuesta poco recordar que la recién nombrada actual alcaldesa y por si la frasecita no fuera en si misma lo suficientemente elocuente, tuvo la flamante idea de complementarla con aquello de con mi trabajo colocaré a Villena en el lugar que le corresponde sacándolo del desastre en el que está sumido
bla, bla, bla).
Dos años han pasado desde aquel encendido discurso pronunciado por una insospechada recién nombrada alcaldesa, para demostrar a todo el pueblo que lo suyo, lejos de ser el pronunciamiento de una persona con capacidad de gobierno y sentido de la responsabilidad era, como no ha dejado de demostrar cuantas veces ha podido, la falsa retórica de una política mediocre de la que poco se podía esperar y la que, de no haber sido por la negativa de otros a las llamadas de los de arriba y el apoyo casi obsceno de seguidores interesados que le apoyaron, nunca habría salido de un segundo plano para el que justamente y no sin esfuerzo, podría haber sido su máxima aspiración.
Porque, ¿cómo se puede entender si no por un empecinado egocentrismo, el desastre al que se está llevando al gobierno de la ciudad, cómo se puede entender si no por un demérito personal la división creada entre sus propios partidarios, cómo se puede pretender respeto para quien ha de gobernar un pueblo cuando no es capaz de gobernar su propio partido?
Se piense como se piense, lo cierto es que nadie antes de ahora ha demostrado tal grado de incompetencia en el gobierno de esta ciudad como lo ha hecho esta señora, ella y sólo ella. Por mucho que sus incondicionales le monten fiestecitas de adhesión inquebrantable, es la responsable de la división de un gobierno que de no ser por su incapacidad, tenía todas la bazas para haber ganado la mejor partida para este pueblo. Pero si es inconcebible la falta de responsabilidad ante tanto desaguisado, resulta mucho más lamentable la falta de autocrítica de quien, en lugar de corregir el rumbo de una deriva tan evidente, se dedica a vaciar el barco del lastre que le resulta molesto, llenando sus carencias con el apoyo de cuatro estómagos agradecidos convertidos en incondicionales no tanto por sus convicciones, de las que carecen, como por el sueldo, que mientras levanten la mano cuando toca seguirán recibiendo.
La señora Lledó debería ver más de una vez la foto que se ha publicado en muchos periódicos y reflexionar sobre el perfil de las no más de veinte personas, contando tíos y otros deudores de la causa, que la aclaman, para valorar si la representación popular plasmada en esa foto conforma el objetivo de gobierno para todos al que se refería en su toma de posesión, porque de ser así, el suyo pasará por ser el discurso más vacío de cuantos se han pronunciado hasta ahora por un alcalde democrático de nuestra ciudad.
Buscar refugio ante tanto desconcierto en el aplauso de veinte allegados que en nada representan a la mayoría de ciudadanos de Villena es una temeridad que a nadie más que a ella misma le terminará perjudicando. Pensar que la disensión de más de la mitad de su equipo de gobierno es culpa de los demás no sólo es una temeridad, demuestra además una falta total de discernimiento que lejos de merecer la confianza de los que le votaron y mucho menos la de los que no, la incapacita para continuar al frente del gobierno de esta ciudad, porque mientras dure la contienda, no habrá tiempo para nada más que para defender su propio poder mientras pasa el tiempo y nada de cuanto se nos prometió parece que pueda cumplirse, mientras callan aquellos que tanto la alabaron.