Cartas al Director

Anestesiados (carta al director)

Anestésieme doctor, que me duele algo. Puede parecer el título de una comedia de Jardiel Poncela, pero es algo peor. La sociedad ha entrado en el quirófano para ser intervenida –por el cirujano, claro, que por el bisturí europeo ya hemos pasado–. ¿Anestesia general o local? Pues un poco de ambas pedimos, que el dolor es cada vez más intenso.
Hace unos años oíamos noticias sobre la guerra de Irak y retorcíamos la mueca con pesadumbre, aunque poco a poco fuimos acostumbrando los tímpanos a tamañas informaciones y el llanto interno se convirtió rápido en un juego histriónico. Ahora mismo escuchamos algo sobre Siria y ya estamos inoculados. ¿Eso qué es, el nombre de una película de Tarantino? El paso del tiempo y los medios de comunicación nos han eliminado la sensibilidad: anestesia.

El líquido que nos han introducido se ha extendido con demasiada celeridad. Todo pasa ante nuestros ojos, pero estos no se detienen a juzgar, son meros testigos de la farsa en la que ¿vivimos? Es como si las fuerzas hubieran abandonado a ese cuerpo tumbado en la camilla. Abulia. El peor de los panoramas posibles para un enfermo. Mientras tanto, a nuestro alrededor caen obuses diarios de corrupción, despidos, corruptelas, cierres, ERES, corruptos, banqueros, embaucadores –perdón por la repetición–, y demás bagatelas a la española, y recogemos los desperdicios sin detenernos en los trozos humanos que van quedando en la calzada. El sonido estridente de los proyectiles dialécticos nos ha dejado sordos y mudos y postrados e inapetentes. ¿Alguien puede hacer que la maquinaria humana se mueva? ¿Hay alguien ahí? Silencio.

Al hilo de esto, hace unos días aparecía nuestro queridísimo Presidente en la televisión, con un traje multicolor, ¿arlequín?, y la sonrisa helada por la tesitura. Se echa el cierre a RTVV, dixit. Los motivos están claros: falta de dinero para su mantenimiento. Por supuesto, señor Presidente. Lo entendemos. Pero lo que no nos queda tan claro es por dónde se han ido dilapidando todos esos millones que ahora son necesarios, porque los millones estaban –un ruido de hangares sin aviones se posa sobre mí–. ¡Qué tonterías digo! Absurdo. Entonces será cierto. Ay, lo siento, acabo de notar un pinchazo en la espalda. Será mi dosis de anestesia, que ya se me estaba pasando el efecto. ¿Quién ha lanzado el dardo? Bueno, da igual.

La sociedad está abierta en canal, a vida o muerte. Llena de tubos y esperando una transfusión. ¿Llegará esa nueva sangre a tiempo? ¿Sobrevivirá? Esperemos que cuando la anestesia desaparezca el dolor no nos haga tapar la herida con una gasa opaca. Esperemos.

(Votos: 0 Promedio: 0)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba