Aparcando la vespa en el parque
Abandonad toda esperanza, salmo 139º
Desde que a mediados de los años 90 el cineclub de nuestra ciudad nos agasajara con la proyección de Caro Diario en Villena, Nanni Moretti se ha convertido en uno de esos cineastas de cabecera a los que seguimos con atención, y su película uno de esos títulos que revisamos una y otra vez de forma periódica, descubriendo nuevos matices en cada ocasión y, lo que es mejor, riéndonos con ella como la primera vez.
El film en cuestión era el particular diario de su realizador, articulado en tres episodios, en los que visitaba varias islas italianas y viajaba a lomos de su vespa por toda Roma buscando a Jennifer Beals, la protagonista de Flashdance, a la vez que efectuaba un periplo iniciático hasta el monumento conmemorativo que reposa donde asesinaron al poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini. Años después llegaría Abril, la prolongación natural de aquella, y La habitación del hijo, que le valió la Palma de Oro en Cannes y acalló a aquellos detractores que afirmaban que el italiano no era capaz de confeccionar un relato de ficción propiamente dicho.
Pero su escasa prolijidad detrás de las cámaras nos llevó a tener que conformarnos con los filmes en los que ejercía de productor y actor, caso de La voz de su amo de Daniele Luchetti y La segunda vez de Mimmo Calopresti, ambas cintas que demostraban la coherencia de Moretti fuese cual fuese el cargo desempeñado. No sucede así con Caos calmo de Antonello Grimaldi, protagonizada (y co escrita) por Moretti y recién estrenada entre nosotros: puede experimentarse la tentación de emparentar esta cinta, adaptación de la novela de Sandro Veronesi, con La habitación del hijo, pues ambas giran alrededor de la pérdida de un ser querido. Pero allí donde Moretti exponía la imposibilidad de seguir adelante como si nada hubiera pasado subrayándolo con continuos flashbacks de cuando el hijo seguía con vida, Grimaldi apuesta por un punto de vista mucho más positivo.
Y aunque la historia de este viudo que decide esperar a que su hija salga del colegio durante toda la jornada en un parque, que convertirá en su nueva base de operaciones y por donde verá pasar a sus familiares y compañeros de trabajo, no elude el dolor de la pérdida -la imposibilidad inicial de expresarlo, así como su aceptación, puntúan el devenir de la trama-, a Grimaldi parece interesarle más conmover al espectador con apuntes amables y resortes propios del melodrama, como una partitura intencionadamente conmovedora que subraya el relato en todo momento.
Y mientras nos conformamos con este amable Caos calmo que ha llegado a nuestras pantallas con puntualidad, todavía esperamos sentados el estreno de Il Caimano, el film dirigido por Moretti hace dos años y en el que critica a modo de parodia la figura del aparentemente intocable Silvio Berlusconi. ¿Ven adónde quiero llegar? Pues eso.
Caos calmo se proyecta en cines de toda España.