Personalmente, tenía bastante claro que -con tanto protocolo sanitario de por medio- mi vuelta al cine no iba a producirse por un estreno cualquiera, sino que tenía que pasar por un acontecimiento cinematográfico de tal envergadura que lograse sacarme del perímetro de seguridad que cada uno se ha ido montando como buenamente ha podido. Y en mi caso, y a pesar de haber comprado hace meses el bluray de importación por no estar seguro de que llegara finalmente a nuestras salas (neurótico que es uno respecto de algunas cuestiones), dicho acontecimiento no podía ser otro que el estreno del nuevo montaje de Apocalypse Now, film de 1979 que ya les adelanto considero como una de mis tres películas favoritas de la historia desde que pude ver la versión llamada Redux a comienzos del presente siglo. Teniendo en cuenta esto, ni que decir tiene que me parece la mejor producción de género bélico jamás realizada.
El tercer montaje que ahora llega a los cines, realizado por su director Francis Ford Coppola el año pasado, dura unas tres horas; se queda así a medio camino entre las dos horas y media de la versión original que ganó la Palma de Oro en Cannes y un par de Oscars y el citado montaje de tres horas y cuarto que vio la luz en 2001. Coppola ha titulado esta versión como Final Cut (“Montaje final”) por considerarla la definitiva: elimina algunas escenas añadidas en el Redux que según él ralentizaban demasiado el ritmo del film y mantiene otras de interés que no se habían visto hasta entonces pero ahora resumidas en beneficio de dicho ritmo. Francamente, a mí Apocalypse Now me parece una obra maestra inconmensurable en cualquiera de las tres versiones disponibles, y mataría por ver la copia de trabajo de cinco horas y media aunque el dichoso ritmo brillase por su ausencia. Pero si hay que desestimar una, prescindiría de la más breve porque en mi caso -subrayo que es una apreciación muy subjetiva-, de Apocalypse Now... cuanto más, mejor.
Dejando al margen la duración de la cinta, haber podido disfrutar de esta joya del séptimo arte en pantalla grande, con imagen restaurada en 4K y el mejor sonido Dolby Atmos es una de las experiencias fílmicas más gozosas que mis retinas hayan experimentado jamás. Estos dos aspectos del film son precisamente los galardonados con sendas estatuillas doradas de Hollywood: la de mejor fotografía para el maestro Vittorio Storaro y la de mejor sonido para el equipo dirigido por Walter Murch. De ambos apartados destacaría particularmente este último: pese a que, lógicamente, había visto la película bastantes veces antes, jamás había disfrutado tanto de su banda sonora más allá de la emblemática canción “The End” de The Doors que abre y cierra el film y, claro, la “Cabalgata de las valquirias” de Wagner que acompaña al bombardeo del poblado vietnamita por parte del ejército aéreo comandado por el teniente coronel Bill Kilgore (un Robert Duvall que consiguió ser el único actor nominado al Oscar de entre un reparto impecable), dando pie a una celebrada secuencia que es ya una de las más icónicas de la historia del cine.
En cambio, en esta ocasión mis oídos pudieron recrearse con el inquietante y envolvente score compuesto por Carmine Coppola, padre del realizador, junto al propio director; una partitura interpretada por una agrupación de sintetizadores que entronca el film en su época en la medida en que recuerda a los mejores trabajos de compositores como Giorgio Moroder, Vangelis o John Carpenter, este último el realizador-músico por antonomasia (con permiso de David Lynch, Clint Eastwood o el propio Coppola). Escuchar cualquiera de los temas que integran el score de este metafórico descenso a los infiernos ubica mentalmente al espectador en mitad de la jungla tanto como escuchar la sugerente voz en off de los personajes principales del relato.
Precisamente, qué bien resulta en la gran pantalla un soberbio Martin Sheen, protagonista auténtico de la cinta, que sustituyó a última hora a Harvey Keitel (el cual había llegado a rodar algunas escenas); y que lo dio todo, infarto cardíaco incluido, para hacer de su encarnación del capitán Benjamin L. Willard el mejor trabajo de una larga carrera no precisamente carente de trabajos espléndidos. En cuanto al mítico Marlon Brando, ya sabemos (porque es historia del cine en negro sobre blanco) que su participación en el film fue tan compleja como breve, y que pese a que su presencia en el encuadre no supera los diez minutos logra estar presente desde la primera escena en la que su personaje, el coronel Walter E. Kurtz, es mencionado.
De esta película, una de las más influyentes de la historia (cada año se estrenan dos o tres filmes cuya estructura narrativa reproduce punto por punto la suya), podría seguir escribiendo o hablando durante horas, pero no creo que llegase a aportar nada que no se haya dicho antes por parte de quienes se han dedicado a analizar la filmografía de Coppola o esta película en concreto. De los primeros podría citar al malogrado César Santos Fontenla, que publicó en 1980 -con el estreno del film todavía muy reciente- la primera monografía en español sobre el director, y que por pura casualidad encontré en una librería de viejo pocas horas antes de acudir al cine a ver el film que nos ocupa. En cuanto a la bibliografía sobre Apocalypse Now, además de un monográfico estupendo firmado por Peter Cowie, cómo no citar Notes: la crónica que Eleanor Coppola, la esposa del realizador, dedicó al rodaje del film, todavía hoy uno de los más accidentados y por tanto memorables de la historia. La edición que leí en su día es la de la editorial Emecé y que fue retitulada como Con el corazón en tinieblas, aludiendo tanto a la novela corta de Joseph Conrad que está en el origen del proyecto como al documental que la propia Eleanor codirigió en su día. Pero si es de su interés, el libro acaba de ser reeditado con un nuevo título más fiel al original.
Y puestos a recomendar lecturas, no puedo dejar de citar El cine en vivo y sus técnicas, firmado por el propio Francis Ford Coppola, y donde el responsable de otras obras maestras como la trilogía de El Padrino, La conversación o Drácula (a mi parecer todas incontestables, aunque esta última todavía es bastante contestada) demuestra por qué es uno de los realizadores más preocupados por los avances técnicos del cine (resulta paradójico que un veterano como él apueste decididamente por lo digital mientras que su hija Sofia Coppola sea de los pocos cineastas que se resisten a abandonar el celuloide): de hecho, su proyecto actual es una película que responde a la técnica del live cinema o “cine en vivo”, a la que dedica este manual que espera sea útil en el futuro; un texto que puede leerse también como una autobiografía sincera y como un compendio de lo que el autor de Llueve sobre mi corazón (otra maravilla, esta temprana, a recuperar) sabe sobre cine. Que no es poco, precisamente.
Ahí va una descripción más de esta obra: “Una verdadera mina de libro, intensamente personal, a la par que un viaje astral hacia el futuro potencial del cine, el teatro y la televisión. Es una obra íntima y confesional y a la vez un pasaporte mágico al almacén de sabiduría del cineasta”. Quien lo define de esta forma es precisamente Walter Murch, al que muchos consideran como el padre del montaje de imagen y sonido del cine moderno. Esta consideración parte, en buena medida, de su oscarizado trabajo en Apocalypse Now. Mi recomendación es que lo comprueben de primera mano acudiendo a alguno de los cines que la proyectan (en Alicante está en dos multicines: Kinépolis Plazamar 2 y Yelmo Puerta de Alicante), mejor si es en versión original; y disfruten así como se merecen -tanto los artífices del film, que sudaron la gota gorda, como los espectadores- de la que considero, en dura pugna con Psicosis, la película más redonda de la historia del cine. Dure lo que dure.
Apocalypse Now (Final Cut) se proyecta en cines de toda España; Notas a Apocalypse Now y El cine en vivo y sus técnicas están editados por Barlin Libros y Reservoir Books respectivamente.