Estación de Cercanías

Aprender el amor

No me he olvidado del 25 de noviembre ni de lo que condena. Este pequeño retraso ha sido intencionado, persiguiendo tan solo poder estirar el mensaje de concienciación e intentar dilatar un poquito en el tiempo la ocasión de poder mantener presente y fresca la pelea que debemos mantener todos y todas contra estos terroristas del amor y la mujer.
Los diferentes gajos que dan forma a esta amarga y ácida mandarina de los golpes contra nosotras y del chantaje emocional que estos mal llamados hombres practican son muchos y muy complicados, pues se ordenan aleatoriamente, sin patrones comunes ni perfiles iguales que puedan ayudar a rastrear e identificar certeramente la raíz de este mal del que ninguna estamos a salvo, pues de momento no hemos logrado retener este instinto de posesión enfermizo, esta ira irracional, este cobarde proceder que ya suma en su haber 70 nombres en 2007.

Se han modificado las leyes para condenarles con más dureza, se les imponen órdenes de alejamiento que llevan implícitas, para pasmo de todos, la comunicación de los nuevos domicilios de sus víctimas, las denuncias van en aumento progresivamente y cada vez son más las voces masculinas que repudian a los que ensucian de esta vil manera a los de su sexo; pero el número de víctimas arriba reflejado ya supera a las que murieron en 2006, y según los últimos datos del Instituto de la Mujer el 70% de estas víctimas ni se habían planteado abandonar esta vida, escapar de sus verdugos, empezar de nuevo lejos de sus parejas, y es el por qué de esta indecisión la pregunta que irremediablemente me hago todos y cada uno de los días que veo sus cuerpos envueltos en plástico.

Los especialistas trabajan sobre la teoría del miedo, variante que comparto, pues el miedo paraliza y aturde creando realidades ficticias en nuestra mente para así poder sobrevivir al martirio de la rutina diaria en sus dominios, que, auspiciada bajo su mano de hierro, estruja tu voluntad anulando la posibilidad de razonar, porque entre temblores y dolor lo único a lo que se puede aspirar es a superarlos una vez más; pero estos síntomas determinan la fase terminal de esta lepra, y considero que en intentar localizar la infección que impide la cicatrización de sus yagas es hacia donde debemos dirigir esfuerzos comunes que nos permitan hacerles comprender a estas mujeres que el amar nunca trae consigo suplicios semejantes. Porque también para el amor hay que educar. Es muy recomendable el mensaje de la guía que, para jóvenes, se presentó el pasado jueves, realizada por el Consejo de la Juventud de Alicante y colaborada por diferentes entidades y asociaciones bajo el sugerente y dulce título de “La guía del buen amor”.

Este manual ha sido orientado, con gran acierto, a renovar y reforzar la educación que sobre el amor en pareja debemos tener, alejando los falsos mitos que lo envuelven entre algodones y lo salpican de dulces momentos que, en muchos de los casos de violencia, son ficticios y se evaporan con la primera negativa de obediencia, disueltos entre golpes e insultos que la ignorancia pasional disfraza de amor. Así pues, como no lo traemos aprendido desde la cuna, probablemente la mala interpretación de este sentimiento tan fuerte que está facultado para hacernos justificar lo injustificable y aceptar lo inaceptable, esté provocando la ceguera que les hace caer en este agujero de difícil salida al confundir amor con posesión y libertad en pareja con prisión sentimental, y es labor de tod@s inculcar en la mujer que el refranero se ha equivocado, pues quien bien nos quiere no tiene ningún derecho a hacernos llorar.

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