Cartas al Director

Aquí, ¿quién paga?

Es comúnmente aceptado que la obra pública, así como cualquier otra acometida por el Gobierno (sea éste el que sea), sale gratis. Dicho de otro modo, la población, en general, no es consciente de que cualquier empresa patrocinada por los Gobernadores (sean éstos quienes sean) la paga toda la ciudadanía, también llamado “el pueblo unido”.
Es bastante corriente oír que tal o cual obra la paga Camps o Zapatero. También es cierto que nadie en sus cabales piensa que realmente estos personajes de la política lo pagan de sus bolsillos, por lo que se vuelve a cerrar el círculo de los pagadores. Por eso conviene desmontar, una vez más, esta creencia errónea acerca de quién corre con los gastos de las diferentes obras que se llevan a cabo en la ciudad, carreteras, vías férreas, aeropuertos y un largo etcétera. Digámoslo ya: las múltiples obras, más o menos faraónicas, que podemos contemplar en cualquier lugar, las pagamos usted y yo, las pagamos todos nosotros con los impuestos recaudados. Ningún político ni “política” paga nada de su bolsillo, ni el café… alguno ni los trajes.

Por eso sorprende que se repita hasta el aburrimiento que la Plaza de Villena la paga Camps. Camps no paga nada de nada, igual que el plan E no lo paga Zapatero, que ya tiene bastante con los acosos de su propio partido. Lo voy a repetir a riesgo de hacerme pesado, la Plaza de Toros de Villena, en palabras del Concejal de Hacienda, la financia la Generalitat pero adelanta el dinero el Ayuntamiento, nuestro Ayuntamiento, o sea usted y yo. ¿Tan difícil es de entender?

Ocurre que los fastos de las inauguraciones y demás boatos nublan la razón y, una vez vemos la magnífica obra realizada, creemos que ya ha acabado la historia. No es verdad, tristemente. Además, el dinero es el que es, que por cierto en los tiempos que vivimos no es precisamente abundante. Mire, con respecto a este asunto de la plaza –y conste que se habla mucho de ella porque para el PP es su buque insignia– no habría nada que objetar si, promovida en campaña electoral, y aplaudida por la mayoría y votada, es llevada a término. Repito, nada que decir, pero aquí lo que se ha debatido por activa y por pasiva ha sido el asunto de ¿cómo se paga esto?, porque “el déjame que yo pague la plaza, Celia”, resulta, cuanto menos, pintoresco. Pero una chulería que nos puede salir cara. Ahora bien, si ocurriera que una vez acabada la obra, el susodicho Camps, por medio de sus “conselleres” ordenase pagar hasta el último centavo, pues muy bien.

Es lícito, aunque el mini equipo de gobierno local se altere, que la oposición indague, pregunte, meta el dedo en la llaga, porque su labor es la de fiscalizar la labor gubernamental, por eso son molestos. Resulta que hablar de dinero después de inaugurada la plaza parece que es enojoso, sin embargo convendría mucho que el miniPP gobernante despejara la duda de la factura del coliseo villenero. Estoy convencido que muchas personas se han alegrado al ver la plaza reconstruida, es lógico; la pregunta-trampa de ¿te gusta la plaza de toros? que cunde por el vecindario, solo tiene una respuesta y es, a mi juicio, Sí. Pero, a renglón seguido, a estas personas habría que comentarles que, a lo mejor, sólo a lo mejor, su pensión peligra, o los servicios sanitarios peligran o desaparecen, o las ayudas a la tercera edad son insuficientes o inexistentes… y entonces, si eso ocurre que haremos… ¿contemplar la plaza?

Mire lector o lectora, yo apoyo el que se hagan cosas en la ciudad, como todo el mundo; me parece el edificio en cuestión, magnífico, pero no a costa de camas en el hospital, de menos médicos en servicios, de recortes en educación, de rescatar a los bancos que nos han llevado a un callejón de difícil salida, de falta de presupuesto en servicios sociales…, en definitiva que si somos ricos pues adelante con los faroles pero y ¿si el cheque no tiene fondos?

Sinceramente, esperaba que el Molt Honorable, en su triunfal vuelta al ruedo hubiera llevado en sus manos un cheque gigante, de esos de los concursos, con los quince millones del ala, y seguro que entonces habría salido en hombros, hasta un servidor, desde mi casa, le hubiera gritado ¡Olé torero! Pero, no.

Que no nos tomen por imbéciles, es mi deseo, y el éxito de la Plaza, también.

Fdo. Francisco Tomás Díaz

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