Fue en la prehistoria cuando un ocurrente troglodita pudo constatar que asestándole un bárbaro cachiporrazo en la cocorota a un fastidioso semejante, éste caía a plomo al suelo para no levantarse más, ni para echar un meo. Muy ocurrente el muchachico, fíjate tú.
A consecuencia de ese memorable acontecimiento, el planeta se encuentra sumido en un conflicto eterno del que no ha sabido salir y, visto lo visto, es totalmente probable que solo pueda hacerlo con los pies por delante, esto es, provocando su propia destrucción.
Incontables han sido los confrontamientos guerreros ocurridos con el devenir de los siglos, provocados por diferentes, y en ocasiones absurdos, motivos; aunque, a decir verdad, todos y cada unos de ellos han sido por la pela es la pela, lo demás son patrañas. En ellos los cachiporrazos, en comparación con los diversos inventos para mandar al enemigo a dar la vara a la puerta de san Pedro, son un chinche del siete.
Que debido al intento de erradicar una barbarie indigna de un ser humano la llamada 2ª Guerra Mundial fuese algo estrictamente necesario puede resultar algo incuestionable, puesto que de no ser así ahora podríamos estar bailando al son que nos tocasen los malnacidos de la esvástica. No me adentraré más en el asunto, pues el desayuno me ha sentado genial y no quisiera tener que echar la pota.
En tiempos presentes, cuando una guerra puede durar horas, hay un país (más odiado que querido) cuyo enfermizo afán de protagonismo le ha llevado a creerse, cual Alonso Quijano, el adalid de las causas perdidas. Para ello, sin contar con nadie, se autoproclama gendarme del mundo y, como es comprobable, así nos va.
No deberíamos olvidar que este país de ardor guerrero perpetuo, EE.UU., en su demencial empeño de ser el propiciador de todas las victorias (los otros aliados parece ser que se limitaban a rascarse las partes escrotales), fue el único país que, sin temblor de mano, lanzó contra población civil sendas bombas atómicas. De locura, oye.
Además de ésta, ha habido conflictos como los chupis, para todos los gustos y colores. Es más, no ha existido (ni creo que pueda existir) ningún país que haya ganado más veces una guerra (en su momento la perdió) que los Estados Unidos la de Vietnam en las películas. Ahora bien, lo de Rambo ya es digno de arduo estudio.
Y como, a pesar de todo, se siguen armando los unos a los otros, éste que lo es se va a pedir asilo en otro planeta. Lo dicho; pa’ guerra la que tenía mi madre a la hora de levantarme para ir al cole. Hasta más ver, pues. ¡Au!
Por: Tony Piojo