¡Arriba las manos! Esto es Navidad
Lejanos quedan los tiempo en los que José María Pelagio, El tempranillo para la historia, o Diego Corrientes, dos de los más conocidos bandoleros españoles, asaltaban diligencias, robaban ganado y extorsionaban a golpe de trabuco a todo ser vivo que recorriese la serranía andaluza, montados en sus caballos, con sus coloridos trajes de terciopelo y tomándose la molestia de recorrer el monte día o noche, con frío o calor, para lograr su botín.
¿Y a qué viene todo esto, pensarán? Pues simplemente a que no puedo dejar de imaginarme tan pintoresca estampa cuando empiezo a escuchar villancicos menudo empacho en todos los comercios que se precien de serlo, musiquilla que, estoy convencida, no suena ininterrumpidamente durante dos meses porque el gerente, director o dueño del mismo sea un acérrimo seguidor de la Navidad, sino que lo hace para que, al machacar tu sentido auditivo con las infantiles voces de los cantores de villancicos, otro de tus sentidos, el que más despierto debe de estar estos días, el de la vista, adormezca a su sombra, evitando así accesos de tos, desmayos involuntarios y subidas de glucosa cuando ves los precios de los productos que (porque a unos cuantos les pareció oportuno en alguna ocasión) debemos consumir todos cuan rebañito de ovejas, pues de lo contrario no es Navidad en nuestro hogar.
¡Hagan YA sus compras para ahorrarse hasta un 40%!, pregonan los informativos de cualquiera de las cadenas de televisión y se quedan tan anchos. Ni se sonrojan, ni se inmutan, ni nada parecido, pero es que a una servidora ese mensaje le llega a modo de compra ya con un mes de antelación lo que quieras cenar el día de Nochebuena, año nuevo y Reyes, pues de lo contrario en 15 días vendrá El tempranillo de turno, vestido de pescadero, carnicero y otro muchos eros al asalto de tu cartera, y para colmo con total impunidad, sin sentirse perseguido por justiciero alguno y a grito pelao, ofreciéndote sus productos y sus precios de vergüenza. Pero lo peor de todo esto, y es lo que realmente me molesta, es vernos a todos (me incluiré por solidaridad) en un frenesí de compras que te lleva al desfallecimiento, cuando has tenido que soportar dos horas de cola para conseguir la lubina de turno (y que todos quieran el mismo menú para la cena), de lo contrario la batalla continúa, tres peleas con los conductores de carritos en los grandes supermercados que han decidido que hoy tus pies son su objetivo, y el llanto de tu niñ@, pues el juguete mega-fashion que él ha pedido a los Reyes no está por ningún sitio.
¿Esto es la Navidad? Para mí desde luego no. Navidad es la celebración del nacimiento del profeta cristiano según dos de sus evangelistas, nacido en un pesebre, cobijado por un buey y una mula, y con la sola compañía de sus padres, lo que se puede traducir en sus orígenes por: humildad, amor, calor, compañía, bienvenida y encuentro, y que llega a nuestros días convertido en un cabrito al horno que da la felicidad, una familia más unida alrededor de un buen plato de ostras, unos amigos que son mejor recibidos si se acompaña su llegada del mejor vino, y nosotros mucho más humildes cuando pasen estos días y nos llegue el extracto de nuestra exprimida tarjeta de crédito, cuyos números dejan de ser rojos y pasan a ser morados
pues les recuerdo que si han comprado una semana antes del día D han pagado 40 por cada 100 de más por lo mismo, y ala, nosotros tan felices.