Cartas al Director

Asilo: pedir por vicio o dar por virtud

Sin ánimo de polemizar, este artículo solo quiere incitar a la reflexión sobre la solidaridad, el interés social, el patrimonio monumental y la responsabilidad pública. El proyecto de rehabilitación del asilo de la congregación de las Hermanas de los Ancianos Desamparados y el modo de ayudar a soportar los costes ha generado una movilización de la sociedad villenense digna de encomio. Pero más allá de tan elogiable iniciativa, existen algunos aspectos que sería oportuno valorar en toda su dimensión.
La solidaridad es una cualidad humana que responde a una inercia motivada por la empatía, la emoción y el ánimo de contribuir altruistamente en causas ajenas cuando las circunstancias son difíciles. Condición que parece se cumple en el caso que nos ocupa.

El hecho de que los afectados sean “ancianos desamparados” y “monjas caritativas” añade un componente sentimental fácilmente asumible. Además, que se trate de una Orden religiosa incorpora el ingrediente de la moral cristiana que, con independencia de las creencias personales, supone un arraigado elemento sociológico y cultural colectivo propiciado por la tradición católica.

Sin embargo, eso no tendría por qué implicar un factor comparativo, cualitativo y de desigualdad respecto a otras causas sociales aconfesionales en las que no se tiene en cuenta sumar puntos para ganarse el cielo, sino tan solo la mundana satisfacción de ayudar al prójimo. Menos mal que siempre quedará la desgravación fiscal para empresas y/o particulares.

Las Hermanas de los Ancianos Desamparados, propietarias del palacio Mergelina, son las responsables de costear las obras que por ley les obliga a adecuar sus instalaciones para seguir prestando unos servicios de interés social. Esta condición, el interés social, justificaría la campaña de recaudación de fondos complementarios. Entonces, cumpliendo los requisitos establecidos, podrían acogerse a alguna aportación de las administraciones públicas que ya mantenemos entre todos con nuestros impuestos. Desconozco si la Iglesia se ha visto perjudicada en la misma medida que otras entidades por los recortes en políticas sociales ocasionados por la crisis económica. Pero hay que reconocer que, a pesar de todo, sigue disfrutando de privilegios tributarios desde hace décadas.

Ahora se tienen que afrontar unas obras que superan los siete u ocho millones de euros en su totalidad. Me pregunto si no se podían haber realizado de manera progresiva hace años para minimizar los gastos. ¿Se debe a falta de previsión, descuido, imposibilidad presupuestaria? Si cualquier propietario de una vivienda no cumple con las obligaciones en la conservación del inmueble que le lleva a sufrir desperfectos estructurales, supongo que la consecuencia administrativa sería, como poco, la declaración de ruina. No sé si el palacio Mergelina está catalogado como Bien de Interés Cultural. De ser así, ¿podría beneficiarse de alguna subvención para conservar el patrimonio histórico monumental? Si no lo es, ¿cuáles serían las condiciones y actuaciones necesarias?

Para concluir, ¿qué papel debe desempeñar en todo esto el Ayuntamiento? Por supuesto, no confundir lo público y lo privado; lo municipal y lo religioso; lo patrimonial y lo asistencial. Y, por supuesto, no buscar el populismo de caer en gracia. Aunque se intente acertar, siempre se hablará de agravios. La construcción de un centro deportivo público equipado con piscina cubierta, gestionado por una empresa privada, se dice que ha podido perjudicar a una entidad sociosanitaria sin ánimo de lucro. Lo que está claro es que las pérdidas las estamos soportando entre toda la ciudadanía. Sin duda, las cosas nunca son fáciles.

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