Atracciones de feria
Abandonad toda esperanza, salmo 473º
No suscribo el lugar común de que todo el cine estadounidense, ni siquiera todo el cine de Hollywood, es un cine sin ínfulas artísticas concebido únicamente como producto de consumo destinado, en la mayoría de los casos, a un público formado por descerebrados. Pero si atendemos a muchos (no todos, afortunadamente) de los blockbusters que llegan a la cartelera en verano, habría que darle la razón a los agoreros que pronostican la muerte del séptimo arte como tal. También es verdad que, en sus orígenes, el cinematógrafo no era más que un invento tecnológico cuya capacidad para dejar boquiabiertos a aquellos espectadores primitivos lo convirtió en un espectáculo propio de las barracas de feria... Concepto este al que de un tiempo a esta parte parece quererse volver: los dos taquillazos que, minions aparte, encontramos en los cines ahora mismo responden al paradigma de las superproducciones concebidas como espectáculos audiovisuales que no se permiten dejar ni un momento de respiro, y por ende de reflexión, al espectador.
Curiosamente, los dos filmes en cuestión son ambos puestas a punto de sagas con algunos años a sus espaldas, iniciadas en las décadas de los 80 y 90 por dos de los hombres más poderosos de Hollywood: Steven Spielberg y James Cameron. Me refiero, claro está, a Jurassic World y Terminator: Génesis. En el caso de la nueva entrega de la saga jurásica, lo antes expuesto se hace particularmente evidente al tratarse de una película sobre un parque temático, aunque este no exista en la vida real y sea producto de la imaginación de unos guionistas encargados de remodelar el legado del malogrado Michael Crichton, autor de la novela original. Para resucitar su más rentable franquicia al margen de la de Indiana Jones, Spielberg y sus socios han confiado en un director independiente de probado talento, Colin Trevorrow... para ofrecer más de lo mismo (con un envoltorio tecnológico, eso sí, impecable): un héroe solitario en la línea de Han Solo o el mismo Indiana (no en vano dicen de Chris Pratt, el protagonista de la cinta, que es el nuevo Harrison Ford); una chica convencional reconvertida en heroína de armas tomar ante las circunstancias adversas; unos niños osados y por tanto puestos en peligro; un par de personajes secundarios que aportan el contrapunto cómico; y unos villanos movidos por aviesas motivaciones (económicas, por supuesto). Júntese todo eso con un gran número de criaturas prehistóricas y agítese con la idea de que el cóctel resultante sea un remake encubierto de Aliens disfrazado de secuela de Parque Jurásico. Un cóctel que, al menos a quien esto suscribe, no aporta gran cosa y que podría pasar desapercibido si no perteneciese a una serie tan exitosa y no contase con un apoyo promocional tan apabullante.
Si el film de Trevorrow tiene como objetivo primordial mantener despierto y en tensión al respetable durante todo el metraje, Alan Taylor y su equipo llevan esta misma intención al paroxismo con su Terminator: Génesis, nueva entrega de la saga que narra el enfrentamiento entre la humanidad y las máquinas lideradas por el superordenador Skynet; un capítulo que protagonizan unos personajes viejos interpretados por actores nuevos (al margen de un recuperado Arnold Schwarzenegger en su papel más celebrado) y que viajan en el tiempo en más ocasiones que Marty McFly y Doc Brown en Regreso al futuro. Inciso: aprovecho para decir, con cierto ataque de nostalgia, que ya no se hacen filmes veraniegos tan buenos como la trilogía de Robert Zemeckis. Fin del inciso. Volviendo a, si me permiten llamarla así, Terminator 5: este nuevo episodio, visto y analizado al margen de la saga, no presenta demasiado interés como historia independiente, y los protagonistas carecen del carisma que tenían otros actores encargados de interpretar esos mismos papeles con anterioridad (pienso en el Michael Biehn de la primera película y en la maravillosa e insuperable Linda Hamilton de la segunda). Pero a mí, solamente por el remedo de escenas de las dos primeras películas y el diálogo postmoderno que establece con ellas, introduciendo variantes cuando y como menos se lo espera uno, ya me tiene ganado. Y es posible que a otros no les parezca suficiente, pero conmigo fue bastante como para no apartar la mirada de la pantalla durante más de dos horas. Es decir: ahora sí, objetivo cumplido.
Dicho todo esto, me planteo una reflexión: las virtudes (escasas) y los defectos (numerosos) de ambas cintas me parecen poco más o menos similares, pero como ya he señalado Jurassic World me dejó indiferente y con Terminator: Génesis disfruté bastante como para no sentirme estafado y querer verla al menos una segunda vez, y perdón por el chiste malo, en el futuro. Esto lo relaciono con que, de un tiempo a esta parte, la cosecha anual de cine me sorprende cada vez menos, puesto que al margen de alguna sorpresa aislada las películas que creo más me interesarán son las que, efectivamente, más me satisfacen cuando finalmente las veo. Y, en efecto, esperaba con más interés la segunda que la primera, dado que ni siquiera el primer Parque Jurásico me dijo gran cosa por mucho que lo firmara el mismísimo Spielberg, mientras que me declaro seguidor incondicional de la saga creada por Cameron... director que, per se, me interesa bastante menos que aquel. Si a esto añadimos que Trevorrow, director de Jurassic World, lo es también de la espléndida y reivindicable Seguridad no garantizada (título que, por cierto, le viene como anillo al dedo a su nuevo trabajo), mientras que de Taylor, firmante de Terminator: Génesis, solo he visto la mediocre Thor: El mundo oscuro (porque, dicho sea de paso, yo de Juego de tronos nada de nada), parece lógico, por un lado, echar por tierra la teoría de los autores promulgada por los críticos franceses de Cahiers du Cinéma en los años 50, inaplicable al cine comercial de hoy en día; y, por otro, se me antoja pertinente trasladar las ideas de Umberto Eco a propósito de la teoría de la recepción literaria, y pensar así que la nueva Terminator ha encontrado en mí a su espectador modelo, mientras que la nueva peli de dinosaurios había perdido la batalla de antemano conmigo. Y, francamente, creo que no me gusta nada esta anulación del factor sorpresa, porque para eso uno no se va a la feria. Ni al cine tampoco.
Jurassic World y Terminator: Génesis se proyectan en cines de toda España.