Auster al aparato
Abandonad toda esperanza, salmo 16º
Paradójicamente, mi primer encuentro con el escritor Paul Auster tuvo lugar en un cine. La película se llamaba Smoke y sus protagonistas eran Harvey Keitel como un estanquero de Brooklyn y un William Hurt en estado de gracia en el papel de un escritor, alter ego del propio autor de El Palacio de la Luna, como descubriría más tarde.
Poco después se estrenó Blue in the face, una original secuela codirigida por el propio Auster. Marcada por la improvisación, esta cinta era fresca y divertida, y contaba con curiosos cameos de -entre otros- Madonna, Michael J. Fox o un antológico Lou Reed. Pero estaba a años luz de la contundente inteligencia de su predecesora. No hacía falta ser muy listo, y yo no lo era, para darse cuenta de que lo que marcaba la diferencia era el férreo guión que sustentaba los materiales con que Smoke estaba construida.
Por ello, y pese a mi reticencia a leer guiones de cine (como me sucede con los textos teatrales, que considero perezosamente como un medio transitorio para llegar a un fin) me hice con el volumen que recopilaba los libretos de ambas cintas, el relato original de Auster que inspiró el guión de la primera, así como otros textos. Ese fue el comienzo de una fructífera relación escritor-lector, que sé de buena tinta se repite para numerosos fieles seguidores de este autor.
Lo último de Auster que se ha publicado en España cuenta con la peculiaridad de ser una adaptación gráfica de una de sus más célebres novelas, incluida en La Trilogía de Nueva York, que para el que esto firma es una de las cumbres de la narrativa del siglo XX. Lean estas tres novelas breves maliciosamente interrelacionadas y ríndanse sin remedio ante el talento fabulador que el autor derrocha en sus páginas, donde elementos del género criminal al estilo de Hammett o Chandler se funden con la metaliteratura de Borges o la experimentación de Beckett.
Aunque, como aperitivo, les recomendaría la lectura de esta fascinante adaptación de Ciudad de cristal, obra de Paul Karasik y David Mazzucchelli, este último conocido por sus colaboraciones con Frank Miller en cómics de superhéroes con marcada influencia de la novela negra. La visión que de la novela original tienen ambos ilustradores da como resultado una espléndida (y muy inquietante) reflexión sobre la búsqueda y pérdida de identidad del ser humano, haciendo uso de buena parte de las posibilidades expresivas del arte gráfico.
Ambos, novela y cómic, arrancan con una llamada telefónica y una confusión de identidad, en un universo movido por ese azar tan típicamente austeriano. Así que... si el teléfono suena en sus casas a medianoche y preguntan por el señor Auster, ustedes verán qué contestan.
Ciudad de cristal de Paul Karasik y David Mazzucchelli y La Trilogía de Nueva York de Paul Auster están editadas por Anagrama.