Cultura

Auto

Auto. Para amantes del D.R.A.E.: “Composición dramática de breves dimensiones y en que, por lo común, intervienen personajes bíblicos o alegóricos”. Atendiendo a la más que recomendable y asequible Historia básica del Arte Escénico de Oliva y Torres Monreal, podemos observar cómo la práctica teatral desaparecida con el imperio romano vuelve a nacer en la Edad Media.
El teatro surge en la Europa medieval, al igual que ocurrió en Grecia, en torno al culto religioso. La búsqueda de participación de los y las fieles en el culto lleva al drama litúrgico, representación de los misterios esenciales de la fe que quizás con intención didáctica son aprobados por los clérigos pese a la prohibición de representaciones teatrales por parte de la Iglesia.

Fue por insistencia de mi madre –si no lo hice antes fue por pereza, olvido e incluso desconocimiento– el que me encontrara la fría mañana del día 10 en la pedanía de Las Virtudes para presenciar las representaciones que la Asociación encargada de las fiestas de Navidad y Reyes continuaban tras las del día 6. Lo cierto es que no sólo no me arrepiento del frío acumulado aquella mañana, sino que además anoté en mi agenda la cita de ambas fechas para los Autos del próximo año.

La gélida mañana del domingo se representaron las escenas correspondientes a la Matanza de los Inocentes. En el transcurso nos encontramos con el primo Enrique Raimundo, quien me dedicó toda su atención teniéndome al tanto no sólo del transcurso de la representación, sino respondiendo a mis curiosidades y aportando datos que las circunstancias obligaban a ser aproximados en cuanto a rigor histórico, pero que resultaban valiosos por su valor humano, por cuanto de valor hay que dar a los recuerdos y las vivencias.

De este modo esbozamos que aunque la representación del Auto debía realizarse mucho antes del pasado siglo, la familia de Enrique Micó la llevaba realizando desde principios del XX, y que de forma ininterrumpida se realizó hasta nuestra Guerra Civil, tras la que se retomó volviendo a ser su (nuestra) familia parte del elenco participante. No me extrañó pues que el primo de mi madre me advirtiera sobre la emoción que lo sobrecogía al presenciar la escena del Palacio de Herodes al ordenar la matanza de inocentes, puesto que era ahora Pepe Micó, su sobrino, el que levantaba con gran fuerza un texto que él reconocía cercano a su familia desde hacía más de cincuenta años.

Y yo como el hombre que tropieza una y dos, y otra vez más, con la misma piedra tuve la fortuna de volver a encontrar en la emoción del primo Raimundo el sentido de la representación teatral, que es un sentido que conlleva el recuerdo y la participación, la comunión y la emoción compartida. Podría decir algo sobre el recitado de los octosílabos, pero es mucho más grande el instante mágico con que el hecho teatral baña a intérpretes y asistentes, a quienes forman y crean el hecho escénico, el teatro.

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