¡Autor, autor! (y 2)
Abandonad toda esperanza, salmo 296º
Lo prometido es deuda: Lars von Trier se merecía una columna para él solo, y será esta. Un director que llegó a Cannes, saludó, dio una rueda de prensa y consiguió ser declarado persona non grata por la organización del festival se merece, como poco, eso. Al parecer, este simpático muchachote danés que ha llegado a autodenominarse el mejor cineasta del mundo afirmó ante una horda de periodistas que se frotaban las manos que no se consideraba a sí mismo un nazi, pero que podía entender a Adolf Hitler y por qué hizo algunas de las cosas que hizo. Así es Lars von Trier: haciendo amigos.
Muchos pensaron que había sentenciado de muerte a Melancolía, su película en competición. Se equivocaron, si bien los premios gordos fueron para Terrence Malick (un sempiterno ermitaño que tampoco es que sea el más indicado para dar lecciones de don de gentes) y los hermanos Dardenne: el jurado optó por premiar el trabajo de la actriz Kirsten Dunst, aunque no sé si tuvieron más en cuenta su labor en el film (estupenda, por otra parte) o su cara de circunstancias, aguantando el tipo, al lado de su director en la citada rueda de prensa. Ahí sí que estaba de Oscar, de Goya, de Emmy y de cualquier premio que se les ocurra.
Y me alegro de que la cinta se llevase por lo menos una mención que sirva para ponerla en el cartel, junto con el careto de la Dunst -de verdad que no entiendo qué le ven algunos, físicamente hablando, a esta ex niña prodigio a la que después de terminar Entrevista con el vampiro con doce años se le puso cara de anciana prematura-, para llevar más espectadores a las salas... y alcanzar los cuatro gatos de rigor y no quedarse en uno o dos. Porque Melancolía, lejos de suponer una decepción, es una pieza mayor en una filmografía casi sin tacha... con la salvedad de aquella idiotez inteligentemente titulada Los idiotas. Y no es que su autor sea el cineasta más original del mundo, aunque él lo crea así: si con Rompiendo las olas (dicho sea de paso una de sus mejores películas, si no la mejor) le enmendaba la plana a Dreyer y su Ordet, su nuevo film podría entenderse como un remake inconfeso, algunas dirán que inconfesable, del film testamento de otro de sus grandes maestros: Sacrificio, de Tarkovsky. Y aunque Von Trier no esté a la altura ni de uno ni de otro, en este su último trabajo, un relato apocalíptico sobre el fin del mundo (algo que, tarde o temprano, un director tan alegre como él iba a acabar filmando), consigue varios logros de gran mérito, como que la Dunst dé más miedo que Charlotte Gainsbourg (lo que no es ninguna tontería, como sabrá cualquiera que haya visto Anticristo) o que Jack Bauer, alias Kiefer Sutherland, pase por científico especialista en estrellas y planetas... por no hablar de la conclusión a la que parece llegar: que la depresión crónica (que el propio autor padece) puede llegar a ser el mejor antídoto contra todos los males, el armageddon incluido. Así es Lars von Trier: la alegría de la huerta, y en dura competencia con Michael Haneke por llegar a ser considerado el mejor director de comedias del cine europeo actual. Esto es: si tienen una mala tarde, pasen de verla y mejor hagan como Woody Allen cuando está depre: se vuelven a poner Cantando bajo la lluvia en casa.
Melancolía se proyecta en cines de toda España.