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Aviana en Los Revolcadores (Murcia)

Brindando una hora más al sol, la floreciente primavera despierta bondadosa por ofrecer un agradable tiempo a 26 miembros de Aviana, que a las 7 de la mañana, rebosando apetito de nuevas emociones, arrancan las ruedas hacia los picos más altos de la región de Murcia. Los Revolcadores, con sus lustrosos 2.000 metros de altura, junto a los gozosos 2.015 que ofrece el pico del Obispo, nos presentan nuevas cumbres a coronar.
Ya en pie, a unos 1.350 metros sobre el nivel del mar, bien endulzados con rica torta y chocolate, emprendemos la marcha dejando atrás a Los Odres, una tranquila y discreta aldea con complejo rural, donde el tiempo no parece tener cabida. El camino es suave y pedregoso, moteado con pequeños matorrales que abren paso a modestas carrascas, encinas y pinares, más vivas y lozanas a medida que ascendemos camino a la rambla del Chaparral. Las nuevas y blancas notas que enriquecen la composición seducen a nuestro niño interior a la "guerrilla de bolas", algo antes de detenernos a saborear un buen almuerzo y paisaje.

Tras trepar unas pequeñas paredes de piedra, nos sorprende una pareja de águilas reales que sobrevuela los cielos con incomparable elegancia. La tierra se ha tornado más blanda y húmeda, y entre chicos pinares un tanto despistados y poco desarrollados, culminamos el romo y pelado pico de "Los Revolcadores" y "El Pico del Obispo" (el punto más alto de Murcia), bañados en fresca claridad y dilatada panorámica, entretejida de bellos llanos y cumbres, como "La Cuerda de la Gitana" (límite de la provincia de Murcia), "Las Cabras" de Albacete, "Santa María" de Almería, "Sierra Nevada" (bajo la apariencia de una estirada nube), "La Sagra" (una verdadera mole) y "La Sierra de Baza" de Granada, junto a la "Sierra de Castril" del Segura entre otras.

Invadidos de innumerables sensaciones retomamos la marcha de descenso desde la cuerda del Revolcador, descendiendo en creciente suavidad por la Rambla del Rey hasta Los Odres, mientras recorremos las pintorescas sendas que dan paso a las centenarias y vigorosas carrascas, los almendros en flor, el reverdecer del prado, sin olvidar esas entrañables casas del complejo al fondo, que en su conjunto nos evocan unos matices propios de un hermoso pueblo de la Inglaterra rural.

Resguardados a la sombra de un aljibe, al pie de la pintoresca aldea de Los Odres, concluye nuestra travesía, con unos 13 km. a nuestras espaldas y la grata sensación de plenitud por haber gozado de esas fabulosas vistas escondidas bajo un entorno tan peculiar como reservado.

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