Turismo

Barcelona deseada y querida

Faltan pocos días para que llegue la primavera del 2016, aunque en las últimas semanas los rayos de sol calientan más de lo normal –para estos tiempos– las calles y plazas de la Ciudad Condal. Y es que el invierno no ha sido tal y se ha portado como un otoño alargado y sombrío. El cambio climático no solo afecta al deshielo de los polos y al crecimiento de las mareas, sino que eleva la temperatura media del planeta y genera un efecto bondadoso en cuanto que no permite el descenso del termómetro.
Esta situación atmosférica en un gran aliado para el turismo en Catalunya porque si ya tiene –por lo normal– un clima agradable, en estos últimos años en los que se ha suavizado ha generado que aquellos meses que antes eran de lluvias, fríos y grises, ahora son secos, con temperaturas mínimas muy aceptables indispensables para caminar y rebuscar sensaciones entre las calles y plazuelas.

Los árboles y plantas han comenzado a brotar y los almendros hace días que están en flor, una flor blanca y olorosa, que alegra los jardines y la vida de quien los disfruta con la vista y los olores.

Jonathan Whit, ciudadano jubilado originario de Oslo que ha viajado por primera vez en España, comentaba que esto es vida. No sabéis lo que tenéis porque yo daría mi vida por este sol y estos haces de luz que por la mañana aparece por el poniente en plena plaza del Diamante del barrio de Gracia. Se había alojado en un edificio cercano del grupo HappyPeopleApartamentos Barcelona y el hombre estaba tan encantado que quería volver a Barcelona en cuento pudiese. Incluso a su esposa la intentaba convencer de quedarse a vivir durante temporada en la ciudad. Realmente estaba impactado por lo que estaba viviendo aunque solo fuese tomar una cerveza en una plaza céntrica repleta de niños y mamás que a esta hora de la mañana paseaban antes de ir a almorzar a sus viviendas.

Y es que Jonathan es una más de las personas que conocen la ciudad de Barcelona y se quedan prendados de ella. No saben explicar muy bien por qué les genera este bienestar, pero sí observan a las gentes, sus edificios, sus museos, sus restaurantes, los bares, sus terrazas, la orilla del mediterráneo, las olas azules y las nubes de  color turquesa. Cada año llegan a conocer la ciudad millones de personas que se convierten en prescriptores y recomiendan a sus amigos y allegados una estancia para ver y vivir.

Jonathan es un ejemplo más de aquellas personas nacidas y vividas en el norte de Europa, donde el color gris, el frío y la lluvia es el modus operandi habitual en el que la vida se desarrolla en el interior de los hogares. La vida urbana se acaba a partir de las seis de la tarde, cuando todos se recluyen en sus viviendas por la climatología adversa. Cuando llegan en los aviones de sus líneas áreas al aeropuerto del Prat y descienden por la escalerilla de la nave rumbo a los autobuses notan un aire templado y agradable. Algunos de ellos comentaban en el autobús que nunca habían sentido en el mes de febrero un brisa tan agradable. Era la primera vez en su vida y como tal no la olvidarán. El recuerdo de los aires marinos, agradables y fieles al Mediterráneo, deambulan por el cauce del Llobregat impregnando de aromas y sensaciones.

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