Belcebú, (…) años
- Vale, quizá es una tontería, pero es que si no crees en nada, si te da todo igual, pues dime tú qué sentido tiene estar vivo [mete las dos rebanadas de pan en la tostadora]. Y que conste que yo no soy religioso; no sé si es por mi culpa o por un fallo en el sistema universal de fe, que no me conecta porque estoy fuera de cobertura o apagado, pero el resultado es que mi persona reacciona negativamente (o quizá tendría que decir desagradablemente, como si sufriera una alergia) ante la presencia de toda reliquia o liturgia religiosa.
Siempre que voy a la iglesia por una boda o un entierro me siento incómodo, como un farsante, y profundamente triste por no sentir esa llamada trascendente que enaltece a todos a mi alrededor. Porque Dios debe existir, no digo yo que no, pero también reconocerás que todo el procedimiento de contacto resulta [saca las tostadas y las pone en un plato grande], como poco, enrevesadamente peculiar. Yo te aseguro que si le hubieran encargado todo el asunto a Freud, no lo habría inventado más complicado. El caso es que, infaustamente, no soy religioso, pero cuando estaban sonando las dichosas doce campanadas sentí una fuerte necesidad, un impulso que quizá me nacía de algún órgano oculto, y también yo pedí, mirando a lo alto, como si hubiera alguien o algo allí [derrama generosamente aceite de oliva virgen extra sobre las tostadas], un sincero deseo. ¿No es gracioso? Cedí a la tentación, imploré la intervención de una fuerza más grande que nosotros. Pero tengo que decir en mi defensa que mi intención era buena, sí, por una vez, qué diablos; tragándome mi orgulloso ateísmo me postré y rogué que algo más poderoso que nosotros intercediera para abrirle los ojos a todos los ciudadanos de Villena [espolvorea sobre una tostada azúcar y sobre la otra sal], y por extensión, del mundo entero.
- ¿
?
- ¿Qué, te extraña que yo, un incrédulo, deje de lado mi naturaleza escéptica para traer la verdad, no solo a los Villeneros, sino a toda la humanidad? Pues ya ves, no se conoce uno del todo. Tengo que reconocer que yo mismo me sentí sorprendido. Pero también es cierto que, inmediatamente después de implorar, una extraña alegría inundó mi corazón, como si la fe hubiera dado en el blanco de una vez por todas. De alguna forma mi cuerpo [bocado impulsivo a la tostada con sal], ante la perspectiva de que mi deseo se hiciera realidad, reconocía por fin un sentimiento maravilloso e inexplicable. Llámalo superstición, llámalo locura, pero estaba completamente poseído por una esperanza verdadera [bocado impulsivo a la tostada con sal]. Y seguro que te preguntas qué demonios pedí, ¿verdad? La curiosidad te está devorando las entrañas, ¿eh? Je, je
- ¡¡¡
!!!
- Pues que en el año 2009 se cumplan todos los deseos de la gente [tira la tostada de azúcar a la basura y pone otras dos en la tostadora mientras el rabo juguetea con el salero], a ver quién es el guapo que es capaz de controlar semejante apocalipsis.
- ¡¡¡:-)
!!!