Bienaventurados los que nunca conocieron ni a los héroes ni a los santos
Sabemos, en el fondo, que nuestras huellas no permanecerán más allá de los álbumes de fotos familiares o de esa imagen gélida colocada en las lápidas que algún día se dejarán de limpiar, cuando ya no quede nadie interesado en recordar las dos fechas entre las que quemamos nuestra vida. Así será en el caso de la inmensa mayoría que no ha sido elegida para la gloria.
No obstante, algunos se empeñan en adornar su biografía con acciones abnegadas, épicas, trascendentes o trágicas que jamás sucedieron. Fabrican un pasado ficticio que no les pertenece pero que han hecho tan suyo que, en realidad, ya no recuerdan otro. Una novela, algunas veces, digna del viaje del héroe, otras, de las vidas de Santos, que estás «pobres víctimas» que tantos cadáveres van dejando a su paso, argumentan con las situaciones comunes que la mayoría de los seres humanos tienen que soportar a lo largo de su existencia; sólo que ellos piensan que son los únicos que las afrontan, y las magnifican en relatos soporíferos.
Cualquier cosa menos mirarse al espejo y descubrirse como seres anodinos que se pasan la vida desviando las acequias para llevar el agua a su molino, promulgando o derogando, a conveniencia, las leyes que dictan para su territorio, las reglas del juego que habrán de respetar los que no quieran ser expulsados de su paraíso. Todo para perpetuar la escena de culebrón venezolano, sobreactuada, intensa, con la que van contaminando el aire de tristeza y convirtiéndose en el centro de gravedad de un universo asfixiante.
Estos protagonistas, cámaras, directores, guionistas, productores, actores secundarios, de su propia película, suelen meterte en ella para que hagas de malo porque no sopesarán, en ningún momento, la más mínima posibilidad de que puedan estar equivocados a pesar de la evidencia de la progresiva soledad en la que van aislándose, cuando ya sólo son una isla arrasada y han borrado todos los senderos que les podrían hacer regresar al momento en el que comenzaron su deriva
Deben continuar el esperpento, la representación de lo que nunca han sido, que tan bien nos explica la nada que ya son.