Blanca y radiante viene ella
Como se oirá en boca del de coronada cabeza, en estas fechas tan entrañables, los de siempre desempolvan con buenos soplos la supuesta solidaridad, buenos sentimientos, bondades y tal (tienen guardado a buen recaudo lo que les sobró del evento anterior).
Con la pretensión, más manida que la muerte de Chanquete, de celebrar el nacimiento de un personaje histórico, se sienten con el deber de llenar la mesa de viandas a precio de oro, alegres se quedan los que las venden mirando a los celebradores con ojos de símbolo de dólar (de la crisis ya se podrán quejar enero, claro).
Si en vez de celebrar estas tan entrañables fechas unos simples días al año nos acordásemos de ser (que no parecer) tan sumamente bonísimos durante todo él, esto iría un poquito mejor, pues con lo que se hace ahora se fomenta nada más que el consumismo, aunque los que verdaderamente practican el autentico consumismo son y serán aquellos que siempre van/vamos con-su-mismo traje, con-su-mismo vestido , aparte de con su mismo derecho al pataleo.
La buena voluntad debe nacer con la persona y no con ancestrales tradiciones inventadas para sacarnos los pocos duros que os hayan dejado (yo no tengo ni uno), cuando celebramos un nacimiento comprando compulsivamente lo indecible para quedar bien con el nacido. Eso predican en villancicos y dando bienaventuranzas y abrazos a quien luego, pasado todo esto, se ignorará hasta la saciedad.
Y como voy a ver solamente a Papá Noel a la puerta de algún súper, me marcho con los peces esos a beber un rato en el río. Lo dicho, lo que estoy seguro de recibir este año es un buen constipado, espero poder compartirlo. Hasta más ver, pues. Oh, Oh, Oh.