Confieso mi debilidad por los humanistas del Renacimiento que hicieron del latín, esperanto. Y de la filantropía, ley de vida. Sobre todo por Erasmo de Rotterdam. Pero no menos, amigo de éste, por Juan Luis Vives, contra cuyos progenitores tanto se ensañó la Inquisición.
Condenando y quemando a su padre, Luis Vives, en septiembre –se supone– de 1524. Desenterrando y quemando en 1530 los restos de su madre, Blanquina March, cuando había fallecido en septiembre de 1508 en Llosa de Ranes. La Inquisición contra su familia y también contra sus libros, prohibiéndolos. Pero huyamos de estas intolerancias y vayamos a la cita.
El consejo que Vives da a los casados es un consejo hermoso. Recomendación en realidad para la vida en general. La vida: un viaje que por no faltarle dificultades convendrá –recomienda el humanista valenciano– no añadirle disputas de pareja. Así dijo:
Y si la vida no es otra cosa sino un viaje, brava locura es a ese viaje, colmado por todas partes de tantas y tamañas incomodidades, agravarla aún con conyugales discordias.
Los matrimonios, hagamos caso al sabio; y huyamos de esa brava locura evitando trifulcas domésticas. Y que la paz de nuestros hogares sea ejemplo de paz para el mundo.