Apaga y vámonos

Buenas noches… y buena suerte

Se acabó lo que se daba. El guiño cinéfilo e ideológico con el que ZP cerró sus dos debates televisados con el candidato popular se ha impuesto a la niña de Rajoy, una invención bastante pobre que sigue sin padre –ni está ni se le espera– y que estaba más bien cogida con alfileres, porque ya me contarán ustedes qué hubiera pasado si la criatura le sale al final lesbiana, atea o actriz. Y si llega a ser las tres cosas a la vez, ni les cuento.
La despedida de Zapatero era la coletilla con la que solía cerrar su programa Edward Murrow, protagonista de la película del mismo nombre, un periodista admirable que desde su programa de televisión, en plena caza de brujas, combatió y derrotó al senador McCarthy al tiempo que se erigía en defensor de los intelectuales perseguidos por la paranoia anti-comunista instalada en EE.UU. De ahí su uso por parte de ZP, quien quiso denunciar “a quienes descalifican, insultan y denigran a quienes no piensan como ellos y a los que tienen otras creencias”. Lo que se me escapa es si Zapatero conoce el final de la historia, porque Murrow ganó esa batalla, pero acabó siendo apartado de los horarios preferentes de la cadena en la que trabajaba, es decir, perdió la guerra, una guerra que algunos ya han decidido mantener abierta, verbigracia la Conferencia Episcopal, desde cuyo púlpito mediático hemos escuchado decir a su profeta matutino que los 25 millones de españolitos en edad de votar que no hemos apoyado al PP somos “una basura y un horror”. Así, como se lo cuento. ¿Autocrítica? Cero. ¿Alguna reflexión tras el resultado electoral? Cero. Los obispos –Dios conserve a Rouco muchos años, pensará ZP– nos han mandado a Federico a decirnos que, si no votamos lo que ellos dicen, además de pecadores somos unos hijos de puta. Amén.

Para un servidor, lo malo del resultado de las elecciones del domingo es que algunos pueden pensar, a pesar de la derrota, que la estrategia destructiva del todo-vale empleada por el PP durante los últimos 4 años ha valido la pena. “Al fin y al cabo hemos subido en votos y escaños” –señalarán los liberales Zaplana, Acebes, Cañete y Pujalte–, muy preocupados por que nadie les llame Maricomplejines desde la emisora del amor y los valores cristianos, única luz que guía desde ya a estos heraldos de la moderación, porque a Pedro J. le ha faltado tiempo: el mismo lunes ya dio a Rajoy por amortizado y dentro de nada veremos cómo llega la campaña pro-Lideresa, la única persona capaz de afirmar sin ruborizarse de vergüenza que sólo se debe a la Comunidad de Madrid y que no le interesa nada-nada-nada aspirar a la sucesión.

Y mientras tanto… mientras tanto hay quienes apuntan que la situación económica se va a poner peor de lo esperado; mientras tanto veremos qué dice el Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña; mientras tanto hay previsto un referéndum ilegal para la autodeterminación en el País Vasco; mientras tanto el único proyecto político progresista netamente nacional –la UPyD de Rosa Díez y Sabater– no es más que una anécdota; mientras tanto la sequía no se acaba y esperamos del Programa AGUA algo más que palabras; mientras tanto la inseguridad ciudadana aumenta, las cárceles se quedan pequeñas y los delincuente entran a los juzgados por una puerta y salen por otra; mientras tanto, España pinta menos en Europa y en el mundo que Alberto Ruiz Gallardón en el balcón de la calle Génova…

Buenas noches y buena suerte, señor Presidente. Que buena falta nos va a hacer a todos.

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