Cande Prats, de AFAD
Los valores que he descubierto en ella merecerían cualquier reconocimiento público, y siempre se quedarían cortos
No hace mucho le comentaba a Cande Prats que, por más que yo lo pidiera, no la iban a nombrar Hija Predilecta de la ciudad. Nos reíamos. Pero la cosa iba muy en serio. Demasiado en serio.
Cande y yo hemos mantenido una relación telefónica muy estrecha durante el último medio año. Y los valores que he descubierto en ella merecerían cualquier reconocimiento público, y siempre se quedarían cortos. Para quienes tengan la suerte de no conocerla profesionalmente aclararé que Candelaria Prats es una de las almas de AFAD, que es como se denomina comúnmente a la Asociación de Familiares Afectados por las Drogas.
Tenía muy buenas referencias de Cande por mi madre, madre coraje donde las haya, que durante los últimos doce años estuvo en estrecho contacto con ella. Pero para mí ha sido todo un descubrimiento. Por su asertividad. Por su capacidad para conducir y reconducir situaciones complicadas, cuando no límites, extremas, imposibles de manejar.
Y por estar siempre ahí. Nada que ver con los horarios de las administraciones. Como una farmacia de guardia. Mañana, tarde y noche. Fines de semana incluidos y vacaciones. Lo que tampoco serviría de mucho si detrás de esas llamadas largas no hubiera psicología de la buena, en vez de palabras huecas y muletillas desgastadas.
Sin necesidad de habernos tomado un café en la vida (la pandemia ni siquiera nos ha dejado) Cande me conoce mejor que nadie. Ha seguido de cerca mis procesos de duelo, desesperación y remontada con todos sus matices. No es este el lugar ni el momento de realizar una confesión pública. Pero encontrar cuando y donde menos lo esperas alguien que te toma de la mano y se empeña, con argumentos de peso, en quitarte el complejo de culpa en la situación más bestia que has vivido en tu vida, donde tienes que tomar decisiones que nadie va a tomar por ti, es una bendición.
Por su fortaleza, por su labor impagable, por su trabajo inmenso y subterráneo de cada día, las 52 semanas del año, Cande Prats se merecería ser Hija Predilecta de Villena. Eso no está pagado con dinero. Además, su acento de la tierra es encantador. Otro tesoro. Cuando algún día se mitiguen mis problemas, espero seguir llamándola, sin molestarla demasiado, siquiera para escucharla. Ha ganado un amigo para siempre.
Como profesional con más de 25 años de experiencia trabajando en el sector social certifico cada una de las palabras del artículo.