Aunque nunca he sido una persona muy sujeta a sus raíces y no experimento una fuerte identificación con ninguna comunidad que no sea la de mis familiares y amigos más cercanos, sentí una cierta emoción nostálgica cuando hace apenas unos días recibí un sobre acolchado con denominación de origen villenero; y es que hubo un tiempo anterior a la invención de Internet en el que yo mismo, residiendo todavía en mi localidad natal, escribí en innumerables ocasiones el código postal 03400 en el remite del reverso de cartas y paquetes varios. Pues eso, que me dio alegría encontrarme semejante presente en el buzón, y eso que no era ninguna sorpresa: el remitente, el pintor e ilustrador Vicente Molina Pardo, ya me había puesto sobre aviso vía WhatsApp de que pronto me llegaría un ejemplar de su cómic The Latest Story, inspirado a su vez en el storyboard de su cortometraje homónimo financiado igualmente mediante una campaña de micromecenazgo a través de la plataforma Kickstarter.
Para mi sorpresa, dada su naturaleza derivada de un proyecto multimedia de mayor envergadura, este cómic autoeditado por el sello propio Trasquinomia Cómics en una tirada limitada, numerada y firmada por su autor presenta un valor narrativo y conceptual muy por encima de la media del mercado del cómic nacional. Y eso que hablamos de una obra de extensión breve: consta de treinta y cuatro páginas, poco más o poco menos que las de cualquier cómic editado en formato grapa (donde nos movemos entre las veinticuatro y las cincuenta y seis páginas de rigor). Y es que las treinta y cuatro páginas de este relato que arranca en un área de servicio fantasmagórica se revelan pronto como más que suficientes para que su responsable nos proponga una obra ambiciosa a todos los niveles: al argumental, donde construye una suerte de cosmogonía o de mitología propias que puede recordar por lo que tiene de simbólico y de alegórico a la obra de escritores como Alan Moore o Neil Gaiman (les aseguro que así de fuerte apuesta Vicente); y también al nivel gráfico, que bebe tanto del animalismo antropomórfico de Disney como del cubismo de Picasso. Espero pues, con ansia, poder ver muy pronto el film que el autor se propone materializar porque, a tenor de lo visto aquí, podríamos estar ante una fantasía entroncada con el actual boom de la animación para adultos en las plataformas digitales y ubicada a su vez en el cruce de caminos que lo mismo conduce a Jan Svankmajer como a Hayao Miyazaki, los hermanos Quay o Dave McKean. Y todo ello, lo que todavía resulta más meritorio, a pesar de la dificultad que supone -al menos para mí- el que la lectura que nos ocupa sea la de una historieta con textos en lengua inglesa.
Esta última característica la comparten el trabajo de Vicente Molina y un cómic como Relic of the Dragon, que al tratarse de una publicación foránea ha pasado injustamente desapercibida para el lector patrio por más que su guionista y su dibujante sean ambos españoles. Se trata de una obra apta para todas las edades y susceptible de ser considerada como un ejemplo de eso que podríamos llamar “fantasía heroica” o “espada y brujería”. Es decir: que es prima hermana no muy lejana de los universos construidos alrededor de Conan el bárbaro de Howard, El Señor de los Anillos de Tolkien... o Dragones & Mazmorras. Y no me refiero a la añeja serie de animación de los ochenta que los que nos acercamos al medio siglo de edad recordamos con nostalgia, sino al juego de rol del que derivó aquella. Y es que precisamente a esta clase de juegos poderosamente inmersivos, y por extensión a los videojuegos, recuerda una propuesta interactiva como esta: se trata de una historieta conducida por el espléndido trabajo gráfico del dibujante Miguel Ángel García, y en la que el propio lector es quien decide el camino que su protagonista, el enano Urik, debe tomar cada vez que se enfrenta a una disyuntiva en el desempeño de su misión.
Por supuesto, aquellos que crecieron con la citada serie de dibujos animados recordarán también con un suspiro melancólico los libros de la colección “Elige tu propia aventura” y similares. Uno de aquellos lectores que sin duda recuerda aquellos libritos tan ocurrentes, aunque sea bastante más joven que el que esto escribe, es su guionista: el villenense Adrián Benatar. Conocí a Adrián como alumno de un curso de verano sobre historia del cómic que impartí en la Sede Universitaria de Villena hace ya casi una década: era uno de esos alumnos contados que obligan a sus docentes a ponerse las pilas si quieren enseñar verdaderamente algo, y ya entonces se adivinaba en él una necesidad irrefrenable de contar historias y un talento descomunal para satisfacer dicha necesidad. Así que no me extraña que sea uno de los pocos, poquísimos, guionistas españoles -los dibujantes, como sabe cualquiera medianamente puesto en el tema, es otro cantar- capaces de poner una pica en Flandes, o mejor dicho, en Estados Unidos... esta vez de la mano de IDW Publishing, dicho sea de paso una de las pocas, poquísimas, editoriales capaces de bregar con cierto éxito con la competencia de las mastodónticas Marvel y DC. Dicho esto, solo me queda señalar que cuatro años después de su publicación, no tiene perdón de Dios ni que un cómic tan brillante como este (lo de la página 36 y su doble continuación en 38 y 41 es para enmarcar) siga inédito en nuestro idioma, ni que -entono un avergonzado mea culpa- yo haya tardado tanto en recomendarles que se hagan con él más pronto que tarde aunque estén lejos de dominar la lengua de Shakespeare.
Y hablando de pecados imperdonables: que a otro artista villenense como Diego Martínez Barceló no se lo estén rifando ahora mismo las editoriales especializadas en cómic y libro ilustrado solo se entiende si todos los editores del ramo fuesen miopes o incluso ciegos (y me consta que no). Una buena muestra de su talento, al margen del trabajo expuesto en su web Segundo de frustración y en los cuadernos de bocetos que algunos privilegiados hemos podido disfrutar, es el libro ilustrado La mantita de Carlos, publicado por la editorial sevillana BABIDI-BÚ en el seno de su colección dedicada al desarrollo de la inteligencia emocional “La mirada de Daniel”. Y es que tal y como mis colegas y yo enseñamos en nuestras clases en la universidad, para trabajar según qué temas con los más pequeños no hay nada como el álbum ilustrado. Y este bellísimo libro en cuestión sirve para ilustrar, nunca mejor dicho, mediante el protagonismo del pequeño Carlos y su manta de seguridad -cómo no acordarse del Linus del Peanuts de Charlie Brown, Snoopy y compañía- el crecimiento (físico y psicológico) del individuo, su evolución como persona y ciudadano, y la importancia de las emociones y los sentimientos por encima de la apariencia exterior. Una obra, en resumidas cuentas, que solo puede calificarse de preciosidad sin temor a caer en lo cursi.
Ni que decir tiene que, chincha rabiña, tengo las tres obras en cuestión dedicadas de su puño y letra por sus respectivos autores. Bueno, en realidad me faltan la del cordobés Miguel Ángel García y también la de Pepa Mira Hernández; aunque en este último caso se trata de una talentosa amiga también villenera a la que, en este caso, llevo muchos años sin ver, a la que desde aquí mando un saludo cordial, y con la que espero coincidir cualquier día de estos para que me rubrique su estupenda creación. En fin, ya ven ustedes: nadie podrá decir que no hay una cantera de narradores e ilustradores de primer nivel empadronados en Villena y que, en mi modesta opinión -y no lo digo ni mucho menos porque sean amigos: sus obras les avalan sobradamente-, merecerían un reconocimiento social mucho mayor del que sospecho tienen dentro y fuera de su ciudad de origen.
The Latest Story, Relic of the Dragon y La mantita de Carlos están editados por Trasquinomia Cómics, IDW Publishing y BABIDI-BÚ respectivamente.