Cara a cara

El once de noviembre de 2016, en la Casa de la Cultura de Villena, bajo el título Cara a cara, verso a verso celebramos un particular A micro abierto con poemas de Eleuterio Gandía y de un servidor. La cosa fue a instancias de una sugerente como irrenunciable invitación de José Ayelo, director de la Kakv. Para el recitado y acompañamiento musical, Eleuterio echó mano de la tribu familiar, nosotros principalmente de la tribu apuntalada por la amistad. Una experiencia inolvidable. Para repetir.

Mi admiración por los quehaceres de Eleuterio nació temprano. De su fragua recuerdo particularmente el impacto de la mucha emoción, pero se me confunden escenarios. Con ciertos recuerdos sucede que es más fácil evocar lo sentido que el espacio donde tuvieron lugar. La emoción se graba imperecedera en la memoria diluyendo todo aditamento, superfluo por la inmensa intensidad sentida. Los espacios son como de quita y pon, cartón piedra. Éste o aquel, lo mismo nos sirven para ese recuerdo que para otro. Bien vale cualquier escenario porque importa lo que importa. Y aquella emoción fue en… Fue… Fue cuando por primera vez le escuché recitar su contundente "Hacen falta agallas", poema que salvando las distancias resulta un sintético Ulises de Joyce en verso por retratar las secuencias de un día cualquiera. Contundente "Hacen falta agallas" con su contundente colofón de versos contundentes: y para esto, para todo esto, / hace falta valor, / cierta dosis de valentía, / unas cuantas agallas / y unos santos cojones.

Ahí quedaba eso cuando empezaba yo con mis primeras inquietudes de escritor. Aquel recitado de aquel poema por aquel poeta del que yo sabía de él y de su familia porque en los pueblos nos conocíamos todos –y Villena era todavía pueblo– nos impresionó. Eleuterio era el hijo de Vicente Gandía al que en una ocasión mi hermano, junto con otros compañeros de colegio, en una trastada gorda de infancia, le malograron un bancal de panizo asimilándolo para juego con una selva monzónica. Jugueteando lo destrozaron para lógico disgusto de Vicente y no menos en solidaridad para el de nuestro abuelo Mateo Amorós, agricultores de corazón que vivieron su profesión como labor sagrada.

Después de aquel recitado vendrían otras admiraciones literarias y personales. De las literarias, también la prosa que Eleuterio convertía en poesía. Como aquella carta que cruzó con Alfredo Rojas o los deliciosos artículos publicados mensualmente en la tercera época de la revista Villena titulados Retratos vivos. El tiempo, porque siempre hay un tiempo de espera entre distintas generaciones para fundirse, las aficiones comunes y no menos las amistades compartidas fraguaron nuestra amistad. Si al principio fue la literatura, luego también la historia. Porque Eleuterio Gandía en estos años ha desarrollado una fértil labor investigadora en los campos de la Sociología y la Historia. Ahora recuperándonos a un ilustrado villenense del siglo XVIII, el médico Francisco Cerdán.

Una década, como poco, viene el personaje ocupándole desvelos y satisfacciones. Mientras tanto algún adelanto ha ofrecido en artículos y conferencias corroborando lo interesante del sujeto. Interés que justifica la edición del libro que recoge lo advertido y amplía con apreciable análisis la obra científica de Cerdán. Así, lo que pudo interesar en un principio como mera biografía de un prestigioso médico, suma ahora el estudio preciso de una obra científico-médica valiosa, obra que atiende también dos asuntos trascendentales en la historia de Villena glosados por Francisco Cerdán según la tradición. Correspondiendo a nuestro aprecio, Eleuterio Gandía quiso honrarnos con la responsabilidad de invitarnos a prologar y presentar su nuevo libro, presentación en la que también participará Jordi Gandía Navarro. Cara a cara… Tiempo al tiempo.

NOTA: El libro Francisco Cerdán, médico. La biografía del villenense más relevante del S. XVIII de Eleuterio Gandía, se presenta el viernes 21 de abril en el Salón de Actos de la Casa de la Cultura de Villena a las 20:00 horas.