Cara de póquer

Viendo la Cabalgata del 6 de septiembre desde la tribuna oficial, a lo largo de las ocho horas de apoteósico desfile, uno de los invitados foráneos me preguntó cómo era posible que una ciudad capaz de levantar semejante espectáculo, una ciudad con una energía y una identidad tan poderosa, no contara con un hospital. Durante ese trance mi madre estaba ingresada en el centro hospitalario Virgen de la Salud de Elda. Se me quedó cara de póquer.

Lejos de hacer demagogia, el aserto que sigue es pura constatación: que Almansa cuente con un Hospital General de referencia, Caudete con un nuevo Centro de Salud que parece un hotel de cuatro estrellas y Yecla, desde mucho tiempo atrás, con el Hospital Virgen del Castillo debería producirnos, cuanto menos, perplejidad. Lo que ocurre es que estamos anestesiados y asumimos como normal lo que no deja de ser una anomalía.

En pleno debate por parte de la Administración sobre la conveniencia de la reversión de los hospitales públicos con gestión privada (algo que a mi juicio se cae de su peso; es obvio que una empresa privada, por definición, querrá tener cuantas más ganancias mejor) en Villena no tenemos ese problema. Sencillamente porque carecemos de centro hospitalario como tal. Hasta el punto que en materia de salud hemos adoptado la palabra ‘Elda’ como sinécdoque. Cuando un paciente o cualquiera de sus familiares pronuncia el término ‘Elda’ no aludimos tanto a una ciudad ni a un entorno urbano cuanto al centro hospitalario Virgen de la Salud. Ese al que preferimos frente al Centro Integrado porque, ya lo hemos interiorizado, para cualquier síntoma grave, ‘Elda’ es sinónimo de garantía.

Que las nuevas generaciones de villeneros asuman que el Hospital General La Morenica de Villena es una entelequia supone uno de los grandes ‘debes’ con que cuenta nuestra ciudad. Y no vale decir que Elda está a un paso. Que en el tiempo que cruzas una ciudad como Valencia o Madrid te trasladas de Villena a Elda. Es una falacia. Cinco euros de taxi nunca van a ser lo mismo que 25. Y si la capitalidad comarcal no ha servido ni para apuntalar nuestra sanidad pública, apaga y vámonos. Dicho sea sin un ápice de demagogia ni una pizca de acritud.