Cargos festeros, cargas festeras
No es novedad que, año sí año también, alguna voz ligada a los movimientos feministas, rondando estas fechas, emerja solicitando la participación de la mujer en la fiesta como capitana a alfereza. Los argumentos, los de siempre, invariables e inalterables: el primer fleco utilizado es la invocación a la discriminación que supone lo contrario, para continuar exponiendo que ya que formamos parte de las fiestas con plenos derechos, estos puestos deberían ser abiertos a cualquier participación, omitiendo que algunos cargos femeninos en nombre de esa igualdad que defienden deberían de igual modo ser de libre ocupación, pasando a crearse la figura del madrino y regidoro para acompañar a las versiones femeninas que de capitanes y alféreces puedan darse.
Y de igual modo, y siempre acompañando a esta solicitud, nos llega la versión más casposa y machista de la fiesta, foros digitales, de barra de bar o mesa que repetitivamente vuelven a mantener la tradición y nos regalan peticiones de abolición como imitación de vecinas poblaciones y descalificativos intolerables que, bajo el tratamiento de mujer florero, presuponen en aquellas de nosotras que hemos accedido al cargo de madrina o regidora una escasa inteligencia o un mermado sentido de la libre decisión, cuando los que realmente dan claras muestras de ello son los que albergan tales supuestos arremetiendo contra la totalidad de las mujeres festeras, sin discriminación alguna, dando por sentado que dicha petición llega de parte de todas, ignorando que la realidad es bien distinta.
Y a mí, que he tenido el privilegio y el honor de ser regidora mayor de fiestas, que he vivido la experiencia de representar a la mujer de Villena desde el primer escalón de su ámbito festero, desde la impronta de sus costumbres, que me sigue emocionando ese recuerdo y me sigue enorgulleciendo catorce años después el haber podido serlo, como mujer que ha sentido el escozor de la prohibición desde una silla en plena adolescencia, y como mujer que viste de traje de festera reconocida desde hace 20 años, me resultan comentarios fofos, gratuitos e irrespetuosos con estas fiestas, que para algunas de nosotras son un sentir.
Al igual que me parecen mutiladas las peticiones que reclaman igualdad en un solo sentido, pues es pagar con dinero recibido, no cometeré el error cometido por una anónima firmante en el último Día 4 que Fuera de hablar en nombre de todas con la osada afirmación de que todas queremos ser capitanas, cuando yo, sin ir más lejos, no tengo ninguna intención de serlo, porque me gusta la figura masculina del capitán. Y me gustan las figuras femeninas de la madrina y la regidora. Por eso diré, en nombre propio, que me gustan por tradición. Y me gustan porque soy mujer y me encanta poner en práctica tal condición y ocupar lugares que estén únicamente destinados a nosotras, porque creo que eso nos hace especiales, y porque hay ocasiones en las cuales las imágenes hablan por sí solas, y si algún rasgo se mantiene común en estos cargos, tanto masculinos como femeninos, son las sonrisas que acompañan la felicidad del momento, el orgullo que muestran villeneros y villeneras totalmente identificados con su cometido, exultantes en él, sin que ningún complejo les asalte, porque realmente sólo existen en algunas mentes. Y me gustan porque ahora es precisamente cuando creo que todo está en su lugar, porque al hombre que hasta 1988 fue por discriminatorio e injusto derecho protagonista único de las fiestas, no se le ocurrió eliminar las figuras de capitán y alférez ni cuestionaron su total integración manteniendo estos cargos. Y ahora, nosotras, en iguales condiciones, estamos en capacidad de hacer lo mismo, de poder ostentar un lugar diferente en la fiesta y vivirlas desde un prisma que sólo podemos comprender las que por él hemos pasado.
Así pues, no cometeré el error, tantos años padecido, de bloquear participaciones por el mero hecho de no gustarme y estaré a favor de que se elimine la palabra varón o mujer porque la fiesta es de todas y para todos. Pero lo haré siempre y cuando dicha solicitud emane desde la fiesta a la cual se circunscribe, venga rubricada por la mayoría de sus integrantes y llegue desde todas y cada una de las instituciones festeras que las hacen realidad, siendo fiel reflejo del deseo común del mundo festero, de la reflexión de su impacto en la fiesta y de las consciencias de su aplicación. Siempre que la razón que la mueva no sea otra que la justa redacción de los estatutos festeros igualitarios, sin que ello nos condicione a ocuparlos, sin que se refleje una idea nacida de la mujer, sino que sea un deseo unánime y consensuado. Un deseo de festeros y festeras.