Carta a Francisco Javier Esquembre de la familia de Luis Martínez Algarra
El pasado 12 de enero nos encontramos en el tanatorio San José, en el velatorio de Luis Martínez Algarra. Previamente, Ana Mas, amiga de la familia, se había puesto en contacto con usted para elevarle una petición nuestra, a la que usted no se opuso, más que por la suposición de objeciones que habrían de oponer terceros; ella se le comunicó, sabiendo que la decisión en última instancia le corresponde a usted.
Por la tarde, tuvo el gesto de acercarse al tanatorio, manchado por la cobardía de dejar la puerta abierta con un mañana os comunicaremos algo. Cabía esperar, por su actitud, que fuera una escapatoria.
Llegado el momento del entierro, supimos que se encontraba usted fuera de la ciudad, que no había dejado comunicación sobre la decisión a nadie, y que la argucia de su secretario para no recibir llamadas es que un funcionario coja el teléfono del despacho, y diga que él salió a almorzar y dejó el móvil sobre la mesa.
Somos conscientes de que la asignación de nichos sigue un orden, de la misma forma que sabemos que se pueden aplicar excepciones, por eso esta carta no responde a una exigencia incumplida, ni a un derecho violado; es la exposición del sentimiento de sinsabor tras una petición que creemos justificada. Justificada por la notoriedad de Luis en la ciudad, la cual se ve reflejada en el eco de los medios más allá de las notas necrológicas, en el legado que dejó a la ciudad en forma de jardines (entre ellos el del propio cementerio) y en los homenajes que ha recibido por parte de agrupaciones culturales de la localidad. Justificada también, por el esfuerzo superlativo y la dedicación, incluso voluntaria más allá de la obligación laboral, y por el cariño que el pueblo nos ha demostrado que le tenía.
Nos duele especialmente que nos creara falsas esperanzas y huyera como un cobarde, cuando, por lo visto, la decisión estaba más que clara. Desde el principio. Y no por motivos administrativos o de justicia, ya que la motivación personal no le permitió a usted planteárselos: nunca le valoró objetivamente, ni como trabajador ni como persona.
Su actitud disiente con el cariño del pueblo de Villena, al que estamos seguros que no habría importado hacer la excepción, si era por Luis. No queremos ni esperamos respuesta o discusión ya, esta carta sólo es el lamento de no poder estar tan agradecidos con su alcalde como lo estamos con el pueblo. Gracias por despreciarle, una vez más.
La familia,
Ana Isabel López Amorós, Ana Isabel Martínez López y Luis Martínez López