Carta abierta de Tarsicio Hernández a Adela Serra
Permíteme el atrevimiento de escribirte esta carta abierta y expresarte mis sentimientos. Creo tener derecho a hacerlo, por los años que nos conocemos. De la mano elaboramos y diseñamos los proyectos que hoy se están haciendo realidad que, junto con otras personas más, trazamos para el futuro.
El sábado por la noche estuve en la cena-mítin del Partido Popular, en un ambiente relajado junto con muchos amigos. Me estuve acordando de ti, sentí que en algún momento aparecerías entre el público disfrutando de los pocos momentos que la vida política permite gozar.
Tengo que reconocer que, como siempre, Celia estuvo esplendorosa, medida y acertada, no tanto José Joaquín Ripoll. En ese momento te echaba de menos, sentí que no estabas en tu sitio, no donde debías de estar.
Hemos sido compañeros de camino. Durante varios años nos ilusionamos con proyectos y emprendimos luchas contra un gobierno local que, desafortunadamente, en Villena imponía su sinrazón, como pasó con las aguas, con Vicenta Tortosa mintiéndonos y engañándonos. Y fíjate cómo son las cosas de la política que la premian con un puesto en Madrid. Y de José Ayelo ni qué decir: con sus prácticas mafiosas y manías persecutorias, incluso se atrevió a poner antenas desde lugares públicos, con el único fin de perjudicar algo que hoy es un magnífico servicio de televisión local, como es Televisión Intercomarcal. Estas luchas, Adela, las anduvimos juntos.
No pretendo en ningún momento que cambies de idea, ni que hagas nada que tú no quieras, pero no tengo más remedio que expresarlo de esta manera, y no sé decirlo de otra forma. Creo que en la vida tenemos que darnos cuenta de dónde estamos y en dónde no debemos estar. Si tu proceder te ha hecho dejar la disciplina del Partido Popular y a ese partido les debes tu acta de concejala, y por él estas donde estás, creo que es momento de dar al César lo que es del César y al pueblo lo que es del pueblo.
¿Qué camino tienes por delante? ¿Cuál es tu meta? Creo que el camino no te lleva a ningún sitio políticamente, por decirlo de una forma fina. El futuro es incierto y no tienes ya metas. Desde tu postura sólo puedes hacer daño a aquellos que te pusieron donde estás. Creo, en justicia, que las personas que te votaron ninguna lo hubiera hecho sabiendo que podrías serles desleal.
Hacer daño es muy fácil, y más a los que no se pueden defender. El cargo de alcaldesa merece un profundo por todos, como el que nosotros tuvimos con la antigua administración, a pesar de todos los insultos y menosprecios que continuamente nos dedicaban.
Cada vez estás más aislada. El refugio en personas de la oposición que tú conoces resulta una guarida de lobos políticos, que no van a perder ocasión para desmerecer y hundir al partido por el que tú fuiste elegida. Flaco favor haces a aquellos que con su voto te colocaron en ese puesto. ¿Cómo crees que se pueden sentir?
Como puedes ver, creo, en mi modesta opinión, y no pido que la compartas, pero al menos que la entiendas, que pase lo que pase, Enrique y tú contáis con mi amistad. Una amistad dolorida por la situación actual. Te puedo asegurar que ese sentimiento nunca cambiará. Sabes que tengo mi genio pero que, pase lo que pase, nunca me enfado. La vida, en mi juventud, ya me hizo derramar todas las lágrimas que tenía; hoy procuro no ser indiferente y quiero implicarme por la vida de mi entorno. Dentro de 100 años no estaremos aquí, pero dentro de 100 años quedarán las obras de hoy; por ello y por ese futuro no quiero que nada me sea indiferente: debemos escoger las posturas que sean mas lógicas, para nuestros hijos y para nuestros conciudadanos.
Amiga Adela, siendo compañeros de camino el objetivo es una meta y, si en algún momento los compañeros del camino no nos gustan, es mejor dejarlo, sobre todo cuando no compartimos la senda trazada por el guía, pero éste es el que decide y marca la ruta seguir. Si intentamos desbancarlo o sustituirlo, aquellos que nos encomendaron la misión y marcaron las directrices, no perdonarán nuestro proceder. Y a mí sí me importan, y mucho, las personas que te encomendaron esa misión que, en definitiva, fuimos todos los villeneros.