Abandonad toda esperanza

Cartas a los padres

Abandonad toda esperanza, salmo 475º
El ejemplo más conocido de ese subgénero literario que son las cartas abiertas a los progenitores es, claro está, la Carta al padre de Franz Kafka: 103 páginas manuscritas, redactadas en noviembre de 1919 y dirigidas a Hermann Kafka, que a decir de Max Brod -amigo y albacea del autor- aquel entregó a su madre para que ejerciera de intermediaria; un papel que la buena mujer rechazó devolviendo la misiva a su hijo. Ni que decir tiene que Kafka nunca se atrevió ni a hacérsela llegar finalmente a su destinatario, ni mucho menos a publicarla, y esto último es algo que no ocurriría -como con el resto de su obra- hasta muchos años después de la muerte de ambos.

En efecto, el texto de Kafka es el caso más célebre, pero no es el único; de hecho, acaba de traducirse al español otro texto brutal de características similares: Un buen hijo es el ajuste de cuentas literario del novelista y ensayista francés Pascal Bruckner publicado dos años después de la muerte de su padre, y en el que el autor de la novela que inspiró a Roman Polanski su magistral película Lunas de hiel construye una (auto)biografía que retrata a René Bruckner como un claro ejemplo de lo que se ha venido a llamar "la banalidad del mal": maltratador reincidente, tanto física como sicológicamente, de su esposa y de su hijo; y sujeto de ideología filonazi y nulo interés por la cultura, especialmente por todas aquellas manifestaciones que pudiera relacionar con el judaísmo: Charles Chaplin, los hermanos Marx... o los "nouveaux philosophes" de los que formaban parte su propio hijo y el colega de este, Alain Finkielkraut, que escribieron a cuatro manos el fundamental ensayo El nuevo desorden amoroso. La relación entre padre e hijo no es el único tema del libro: también habla de su carrera profesional, de su amistad con el citado Finkielkraut -al que considera, más que como amigo, como ese hermano espiritual que buscan todos los hijos únicos para compartir confidencias que no pueden manifestar a sus padres, en el caso de Bruckner mucho menos aún que la mayoría-; o de su relación con la literatura (destáquese, por ejemplo, la decepcionante visita a su admirado Albert Cohen para entrevistar al autor de Bella del Señor, a la postre un individuo convencional y molestamente misógino). Pero sin duda es en este vínculo tan natural como desasosegante que se estableció entre los dos Bruckner donde radica toda la fuerza de un libro terrible.

Menos violenta, aunque tampoco falsamente idílica, resulta la relación entre Fernando Marías y su padre Leonardo Marías tal y como el primero la relata en La isla del padre: galardonado con el último Premio Biblioteca Breve, esta obra a medio camino entre las memorias, el ensayo (meta)literario e incluso la poesía en prosa supone un punto de inflexión en la producción literaria de un autor hasta ahora consagrado a la narrativa de género, y en la que destacan joyas como Esta noche moriré, la reivindicable y fascinante La mujer de las alas grises o Invasor. Con esta su última obra, que nace como en el caso de Bruckner a partir de la muerte del progenitor, Marías ejecuta un homenaje emocionante y por momentos desgarrador a la figura de este, un marino al que su profesión mantenía lejos del hogar familiar durante largas temporadas y al que la distancia le confería un aura especial, casi mítica; y, de paso, es también un homenaje a su madre y a sus tíos, los hermanos del padre, de vidas muy diferentes entre sí (en longitud temporal y en otras muchas características vitales), pero ambas fascinantes en palabras de un narrador de raza como Marías, que aquí consigue alcanzar una de sus más altas cotas literarias.

Para completar las recomendaciones de hoy al hilo de esta temática, recupero un libro que no es novedad -salió aquí hace cinco años, y su publicación original data de finales de los 80- pero que bien merece una reivindicación: Mi madre es el breve pero emotivo testimonio que el laureado Richard Ford dedica a Edna Ford, Edna Akin de soltera; una pequeña pieza de orfebrería literaria en donde en menos de un centenar de páginas el autor de la trilogía de Frank Bascombe que inauguró El periodista deportivo desgrana la relación que mantuvo con esta mujer, y que le sirve para conocerse mejor a sí mismo... tal y como sucede también en los otros libros que les recomiendo esta semana, estupendos para dedicarles algo de tiempo libre durante este mes de agosto que ahora comienza.

Carta al padre y otros escritos, Un buen hijo, La isla del padre y Mi madre están editados por Alianza, Impedimenta, Seix Barral y Anagrama respectivamente.

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