Católica (I)
La caverna no descansa ni en verano, señora. Vea si no cómo se ha puesto la Conferencia Episcopal (y la parte del PP que mira con más devoción a Escrivá de Balaguer que a Don Mariano) con el nombramiento del nuevo Ministro de Sanidad, Bernat Soria, al que no es que no le hayan dado los famosos 100 días de gracia, sino que ni tan siquiera le han dado 10 horas. Vale que las primeras declaraciones del ministro rendido a los pies de ZP han sido bastante cutres, pero de ahí a poner a caldo a alguien antes de tomar posesión de su cargo media un abismo.
Por desgracia, ese abismo (que habría de separar a la España casposa y nacionalcatólica de un Estado europeo, moderno y laico), en lugar de agrandarse para alejarnos de lo peor de nuestro pasado, parece estrecharse cada día más debido al nefasto papel que están jugando los obispos españoles apoyados por algunos palmeros de la derecha más conservadora y retrógrada de nuestro país, esa que poco menos que ha tachado de asesino al doctor Soria por sus investigaciones (dirigidas a lograr una cura contra la diabetes) mientras que ha silenciado miserablemente que el Tribunal Supremo ha condenado al Arzobispado de Madrid (dirigido por el inefable Rouco Varela) como responsable civil subsidiario por los abusos pedófilos de un sacerdote madrileño, remarcando el auto judicial que el Arzobispado debía haber vigilado el comportamiento del cura, que cometió los abusos sexuales contra un niño en la sede de su vicaría.
Y en esas seguimos, amigos. Servidor es de los que piensan que hay que dejar trabajar al nuevo Ministro para ver por dónde van los tiros, y por eso no me quiero subir al carro triunfalista de los que pregonan la llegada de las vacas gordas para la ciencia y la I+D españolas (a la vista del próximo presupuesto decidiré si se apuesta de verdad por el progreso científico o estamos ante un nombramiento publicitario), pero tampoco estoy dispuesto a reírles las gracias a quienes han catalogado la designación como una ofensiva contra la moral tradicional y la Iglesia Católica, más que nada porque si me dan a elegir entre la razón y los dogmas, entre la investigación y el oscurantismo o entre los científicos y los curanderos, chamanes y trileros que dicen hablar en nombre de Dios, tengo muy claro a quién apoyaría y a quién mandaría ipso facto a freír espárragos.
Bernat Soria podrá ser un buen o un mal Ministro, eso el tiempo lo dirá, pero lo que ya sabemos es que se trata de uno de los especialistas en células madre con mayor prestigio internacional, un valenciano ninguneado por la Generalitat de Francisco Camps y el gobierno de José María Aznar hasta el punto de que se vio obligado a abandonar España porque la entonces Ministra de Sanidad, Celia Villalobos, le denegó la posibilidad de continuar investigando con células embrionarias, a pesar de presentar los trabajos más avanzados del mundo en la lucha contra la diabetes y de tener la financiación de una fundación norteamericana.
Fiel a una triste constante de nuestra historia, la Iglesia Católica sigue poniendo todas las trabas posibles al desarrollo de nuestro país, al avance de nuestra ciencia y al, a la larga, inevitable triunfo de las luces sobre el fanatismo, y mientras tanto seguimos sin tener un gobierno con el valor suficiente para dejar a los Roucos sin financiación pública y a merced de los donativos de sus cada día menos fieles, a los que sólo les faltaba que Benedicto 16 diera su bendición al retorno de la misa en latín. A este paso, igual hasta vuelven las quemas de libros. O las de infieles.