Celebrando el Teatro
Dicen que fue allá donde Tespis perdió el gorro donde comenzó todo este asunto del teatro. Habrá que suponer entonces que fue en Grecia donde, mediante las celebraciones ofrecidas en honor al nacimiento de Dionisos, nació el arte teatral. Y si seguimos moviendo el mundo con el motor de nuestro continente, tendremos que decir que el teatro surgió mediante la evolución de las procesiones y cantos ditirambos que acompañaban el carro naval Carnaval que transportaba al dios griego. El carro de Tespis.
Sería poco después, con la separación del coro de uno de los coristas, el corifeo, cuando se encarnó el primer personaje y cuando con él apareció el primer actor. El teatro nació pues de la celebración común y del diálogo. Del intento de representar lo desconocido, de comunicar lo inaccesible, de atrapar lo inasible.
Hoy, a la vuelta de más de veinticuatro siglos, el teatro ha atravesado tantos territorios como la humanidad ha pretendido en su viaje a través del tiempo. El teatro ha acompañado lo tangible y lo intangible, ha crecido junto a los nuevos caminos científicos, ideológicos y/o teológicos; junto a la gran mente colectiva ha intentado indagar sobre cuanto la inquieta imaginación exploraba, y así en ocasiones ha sido camino, ha sido memoria, ha sido espejo, o ha sido llanamente la diversión que toda mente necesita así como la crítica conciencia que otras veces se evita.
Ahora como desde su primigenio inicio, el teatro continúa ofreciendo un remedio psicomágico, evolucionado de la primitiva catarsis, capaz de acercar a nuestra piel los enigmas de la existencia, aquellos misterios que sin tapujos nos empeñamos en ocultar mediante múltiples ingenios de entretenimiento. Nada nos salva si no estamos dispuestos a ofrecernos enteramente. Y es así como en muchas ocasiones, en la propia exposición, cuando descubrimos en el hecho teatral propuestas arrolladoras o producciones vacuas. En cualquiera de los casos hay una comunión durante el acto teatral, no sólo en las conversaciones que se dan al abandonar la sala sino en la misma respiración que durante la representación vive en el espacio compartido.
Este año, hoy, día 27 de marzo, oficialmente Día del Teatro, ha sido el Centro Juvenil Don Bosco el que ha realizado la lectura del manifiesto mundial durante el acto convocado por ATAVI. Y no se trata de una lectura diferente de las que se han venido realizando hasta ahora, pero sí aporta con su juventud una nueva señal de vida en el encefalograma de este viejo arte. Los talleres de teatro, los grupos de teatro, esa masa incondicional que asiste a las convocatorias, son parte de la savia que mueve un oficio siempre condicionado: por la Iglesia, por el poder político y, ahora, por el económico.
Pese a ello: ¡Salud y enhorabuena!