Cine con manual de instrucciones
Abandonad toda esperanza, salmo 232º
Quién nos iba a decir hace unos lustros, cuando alucinábamos con La ardilla roja o Tierra, que aquel visionario llamado Julio Medem -una rara avis de nuestro cine como lo fue Iván Zulueta o lo siguen siendo José Luis Guerín o Agustí Villaronga- firmaría nada menos que un remake a lo Michael Bay; porque se supone que eso es esta Habitación en Roma protagonizada por Elena Anaya y Natasha Yarovenko, una nueva versión (en clave lésbica, que vende más) de la chilena En la cama de Matías Bize. Si la mayoría de veces se abandona la sala oscura o bien convencido o bien decepcionado por lo que se acaba de ver, este film supone una experiencia tan emotiva como exasperante, que alterna con velocidad de vértigo momentos absolutamente irrisorios con algunas de las mejores secuencias vistas en los últimos tiempos. Medem nunca deja indiferente.
Les pongo en antecedentes: la acción del film transcurre casi toda ella en el espacio que le da título, una habitación de hotel donde una española y una rusa pasarán una noche juntas; lo que en un principio parecía un encuentro sexual sin compromisos se convertirá en un romance tan breve como intenso, y muy real por más que las historias que se cuenten las dos amantes parezcan plagadas de mentiras y subterfugios... A partir de este relato, el realizador donostiarra construye dos retratos femeninos paseándose por la frontera que separa lo sublime de lo ridículo -atención a la secuencia de la bañera, cargada de un simbolismo al que solo se habían atrevido Derek Jarman y Peter Greenaway-, y demostrando que se le da mejor mostrar los entresijos del alma femenina al estilo de Ingmar Bergman, y por extensión David Lynch, que no cuando se pone en plan esteticista intentando emular el cine de Wong Kar-wai. Todo ello en un marco físico reducido que se abre al mundo no solo a través de la ventana que da a las calles romanas, sino vía Internet, una ventana al planeta gracias a Google Earth, y a las láminas de arte renacentistas que adornan el habitáculo, otra ventana esta vez al pasado.
De lo que no cabe duda es de que Habitación en Roma es la película más accesible de un director al que sus detractores -que creo cuentan con Carlos Boyero como líder espiritual- siempre han acusado de hermético. Pero si el cine de Medem necesita de un manual de instrucciones ya podemos respirar tranquilos: el estreno coincide con la publicación de un libro sobre su figura firmado por Zigor Etxebeste Gómez e incluido en la serie de monográficos que Cátedra dedica a los cineastas de ayer y hoy, una de esas colecciones que sería un placer poseer completa. Al volumen sobre Medem podría criticársele que los capítulos dedicados a cada uno de sus filmes son breves en exceso, pero lo brillante del ensayo que sirve a modo de presentación de su filmografía justifica con creces su lectura, al igual que escenas como la del desayuno o la del baño valen por sí solas el precio de la entrada de cine.
Acabo de caer en la cuenta que esta es la columna del número 232 de El Periódico de Villena: una cifra capicúa, algo que seguro sería muy del gusto de Medem, el cineasta del apellido palindrómico y las historias circulares.
Habitación en Roma se proyecta en cines de toda España; Julio Medem está editado por Cátedra.