Cartas al Director

Colores (Respuesta a la carta de Pablo Lau)

Querido Pablo: Contesto a tu carta, que me fue entregada ayer por Asun, mi mujer, amiga de quien ha sido la persona más importante para ti en los últimos años de tu vida, Asun también de nombre, que la llevó a la biblioteca. Carta de despedida que, como a otros amigos, escribiste, al sentir que La Parca merodeaba tu estudio de San Juan para dejar su tarjeta de visita, que tú apenas podías ver porque tenías muy estropeada la vista.
Carta que tuviste el valor de escribir en vida para que llegara a su destino cuando tú ya no te encontraras en el planeta Tierra, que comenzaba con estas palabras: Apreciados amigos Asun y Pepe. Cuando recibáis estas líneas ya no estoy entre los vivos, y yo quiero despedirme de los amigos como vosotros…

Carta que nos deja sin habla y conservaremos en tu memoria, agradecidos.

Recuerdos tuyos tengo muchos; sólo referiré que hace unos días, entre los papeles del despacho, encontré un texto firmado por ti, a propósito de una de tus exposiciones en El Túnel.

Yo acostumbraba a llevar a mis alumnos de Literatura a algunas exposiciones locales, para que escribieran algo sobre uno de los cuadros expuestos e indicaran el motivo de su elección. Se trataba de un simple ejercicio académico fuera del aula.

Casualmente nos vimos unos días antes y acordamos que vendrías el día elegido para que los alumnos te preguntaran lo que se les ocurriera sobre tu pintura. La propuesta me pareció interesante, pero surgió un contratiempo y no pudiste venir. ¿Lo recuerdas Pablo?
Entonces te pedí que me enviases una breve explicación de los colores, los colores de tus cuadros; tus colores. Y este es el texto que leí a los alumnos en clase y reproduzco para todos. Lo titulaste COLORES:

El amarillo puro compensa, contradice, da vida a los tonos violetas, al azul ultramar, da valor a las grandes manchas de rojo oscuro, graves en su parsimonia, en su intento de apoderarse suavemente de todo el espacio. Los amarillos, junto a los naranjas son tonos agudos, forman la melodía. Les ayudan de contrapunto los verdes fríos y azules claros. El verde esmeralda es la disonancia que necesita su lugar preciso para resultar gracioso y simpático dentro de su entorno de los tonos graves y calientes. Al azul cobalto le cuesta encontrar su lugar para ser agradable, para no ser un agujero oscuro que nos llevaría al infinito, rompería la ley del plano. El rojo magenta mezclado con blanco puede ser importante, le dice al amarillo: "Aquí estoy yo, contigo o contra ti, si me miras con malos ojos". El rojo escarlata prepara el camino a las zonas de naranja, más suaves que el amarillo, son junto a los violetas claros como una balanza que impide una victoria contundente del amarillo sobre los rojos, verdes, y azules, armonizan cualquier contraste que parece imposible para garantizar la paz. Los rojos sonoros desean para ellos el lienzo entero, pero al limitar sus formas nace el ritmo, que continúa marcado por los azules y verdes. Los naranjas defienden su posición, su poder en peligro de ser absorbido por los amarillos, que imponen su poder, porque son la luz y la alegría que invade y penetra toda la composición, porque son la libertad y la esperanza que da paso a un próximo proyecto, que vive aún como embrión en la mente del pintor.
PABLO LAU. Diciembre 2001

Amarillo, rojo, verde, azul… y malva es el lamento –como decíamos en clase para explicar la sinestesia- por la despedida de Pablo Lau, pintor del campo y del mar, demiurgo del color.

Hasta siempre Pablo.

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