Comida de hermandad
Uno de los pocos días del año en que los integrantes de cada comparsa se reúnen, al margen de los días de fiestas, es el día de la comida. Como si nunca hubiésemos comido un plato de arroz, nos abalanzamos sobre las paellas al igual que los depredadores se lanzan sobre su presa, con el fin de arrancar el máximo de ella, en perjuicio del resto de la manada y al final
siempre igual, sobra comida.
En todas las comparsas existe la figura de aquellos colaboradores que trabajan por el resto de compañeros, unos con el fin de sacar algo productivo en su beneficio, aunque no sea económico, y otros porque les gusta, y trabajan duro sin esperar nada a cambio, sin pensar en ningún reconocimiento, y gracias a Dios, son los más. Han sido tres comparsas donde lo hemos podido comprobar durante este fin de semana: Bereberes, Piratas y Cristianos.
Ya entrada la tarde, en la sede social de mi comparsa, los Bereberes, llegó el momento de la comida. Durante toda la mañana, los socios y algún invitado compartieron el tradicional almuerzo y posteriormente las clásicas paellas y los gazpachos. Buen ambiente el vivido durante todo el día, que culminó con la tradicional tarta ofrecida por los nuevos cargos, tarta que como siempre termina en algún lugar que no es el que en principio estaba previsto.
Posteriormente y éste es el motivo de esta crónica se produjo el desplazamiento a otras comparsas. Éste es uno de los momentos donde verdaderamente se sienten los lazos de unión entre los festeros. Las comparsas de Piratas y Cristianos fueron las dos a las que pude asistir y me di cuenta de lo grandes que son nuestras fiestas
¡Qué digo fiestas!, ¡nuestros festeros! Me sentí como en casa, como en mi sede social. No había distinción entre Piratas y Bereberes, entre Cristianos y Bereberes
El domingo volví a darme cuenta de lo bonito que es ser festero y de lo grandioso que es ser villenero.