Abandonad toda esperanza

Compuesto y sin tele

Abandonad toda esperanza, salmo 332º
Con las averías de los electrodomésticos pasa como con las bicicletas: que son para el verano. No falla: llega el calor y algo se estropea en casa. Yo este año me he quedado compuesto y sin tele; y cuando se te estropea un monitor de plasma de cincuenta pulgadas, es tontería sustituirlo por uno de diecinueve que tenías en la cocina mientras te arreglan el otro (en agosto, lo cual es prácticamente un oxímoron): lo enciendes, te sientas en el sofá, y es como si estuvieses intentando ver algo en un iphone a dos metros de distancia. Todo esto se lo cuento, aparte de por compartir mi pesar en busca de consuelo, para que entiendan que llevo bastantes días sin poder ver nada en casa, y fuera de ella está la cartelera como para ir al cine con asiduidad... Menos mal que me ha salvado un tanto la papeleta nada menos que otra secuela: El legado de Bourne. Secuela o spin off, porque el Jason Bourne de las tres entregas anteriores, interpretado (como casi todos los papeles que valen la pena del cine yanqui de hoy, DiCaprio aparte) por Matt Damon, ha sido sustituido momentáneamente por otro agente de elite al que sus superiores intentan quitar de en medio.

Jeremy Renner debe de estar que no se lo cree: anteayer era un rostro secundario que solo reconocíamos unos cuantos, y hoy no solo ha tomado el relevo de Damon en la saga Bourne, sino también el de Tom Cruise en la de Misión imposible, al mismo tiempo que encarna a uno de los superhéroes de Los Vengadores (y, por tanto, de toda la franquicia de películas del Universo Marvel que vendrán). En esta última lo vi algo menos cómodo, pero como espía sofisticado en las otras dos da el tipo a la perfección. Junto a él, Rachel Weisz es la científica de buen corazón y Edward Norton el burócrata sin alma, secundados por rostros de peso de la saga que apenas se dejan ver para dar empaque al producto. ¿Y qué tal la peli?, se preguntarán. Pues no sabría decirles, porque a mí las historias de agencias de inteligencia, asesinos a sueldo del gobierno y persecuciones sin tregua me tienen ganado desde antes de llegar al cine; no les digo nada si ando sin tele en casa...

Lo de no tener tele también tiene su lado bueno: ya decía Groucho Marx que la televisión hace mucho por la cultura porque cada vez que alguien la encendía él cogía un libro; yo, claro, cojo bastantes últimamente, y me resarzo durante mi particular ramadán cinéfilo con algunos estudios sobre el séptimo arte. El último: Granada y el cine, de Juan José Carrasco Soto. Aunque solo he estado allí una vez, por Granada (y por su relación con el cine) tengo un cariño particular: de allí son Almed, la editorial que publicó mi libro Hasta donde el cine nos lleve, y Jesús Lens, mi querido coautor. Y ya suponía que allí se habían rodado algunas películas relacionadas con la figura de García Lorca, pero en las páginas de este libro, repletas de anécdotas curiosas, he descubierto que Granada tuvo una relevancia similar a Almería en los años dorados del spaghetti western, y que allí se filmaron películas que me gustan bastante, caso de Caza implacable, ¿Quién puede matar a un niño?, Good Morning Babilonia o Alice y Martin. Así pues, una lectura muy recomendable. Y mucho me temo que en breve podré hablarles de otras, salvo que el servicio técnico cumpla lo prometido y cuando ustedes lean esto yo ya esté intentando que la tele de plasma se vuelva a quemar.

El legado de Bourne se proyecta en cines de toda España; Granada y el cine (Su historia) está editado por Almuzara.

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